sábado, 17 de abril de 2010

Democracia Imperfecta o Tercera Vía

Tratándose de política casi siempre el agua esta turbia, pero observándola en las proximidades de campañas electorales, la chicoleada es tan fuerte que el agua turbia se vuelve fango. Y no digamos a que huele, porque la confianza que usted me dispensa tiene límites. Pero yo, como veo doy, pongo a su disposición una información que elaboré con cifras del INEGI, que contiene datos muy duros:


DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO POR DECILES DE POBLACIÓN (2005)

Población: 10 10 10 10 10 10 10 10 10 10 = 100 % (Total: 104 millones de habitantes)

Ingreso: 2 3 4 5 6 7 9 12 16 36 = 100%

Fuente: Elaborado con datos del INEGI. OCEI, Toluca, 28 de Nov- del 2006, Héctor Ruiz R.


No voy a entrar a los laberintos de la teoría económica. Me limitaré a comentar la vulgar y absoluta sencillez de la realidad que muestran estas encueradas cifras que ofenden y denigran a nuestro pueblo y cuestionan severamente los motivos para celebrar el Bicentenario o el Centenario. Veamos: el primer 10% de la población recibe apenas el 2% de los ingresos generados en el país durante todo un año. Digámoslo así: de cada 100 pesos que producen los mexicanos, 2 pesos son para la gente más pobre, mientras que en la otra punta, el último 10% de la población, los más ricos, reciben 36 pesos de esos mismos 100.

Si observamos los primeros dos deciles, podemos decir que hay cerca de 20 millones de mexicanos que están en la pobreza extrema, en la miseria, pues. Si abarcamos hasta el quinto decil, entonces más o menos 50 millones de mexicanos viven en la pobreza ya que solo reciben el 20% del ingreso nacional. Sexto, séptimo y octavo decil, puede decirse que es lo que queda de la clase media del país, unos 30 millones de habitantes que se embolsan el 28% del producto nacional. Digamos que salen tablas y más o menos alcanza para cubrir todas las necesidades. Pero agárrese usted: los dos últimos deciles, alrededor de 20 millones de habitantes, se apropian, sí, he dicho bien, se apropian, aunque sea legal y el sistema económico, político y social este diseñado para eso, ¡del 52% de la riqueza que cada año se produce en México! En general, para que las cosas no empeoren, nuestra nación exige producir 8 pobres para lograr 2 ricos. Aritmética elemental y hasta aquí la grave realidad económica que vivimos.

Por otra parte observamos también que los políticos del color que sean, abrazan las mismas causas e iguales banderas: todos ofrecen resolver las carencias y necesidades del pueblo, es decir, empleo seguro y bien remunerado, educación accesible, salud sin restricciones ni burocracia, esparcimiento y seguridad, entre otros requerimientos vitales. Desde luego, todos los partidos piden el voto a cambio de solucionar dichas necesidades y el ciudadano ejerce el voto no por una propuesta, ya que todas se parecen, si no por el que habló mejor, el que hizo más ruido, el que repartió más souvenirs, bueno, más parecen campañas escolares que políticas.

Lo anterior viene a cuento, porque vemos la febril actividad que desarrollan los candidatos y sus seguidores, en busca del poder. Porque miramos el agua en ocasiones turbia y en otras fangosa, debido a las alianzas entre partidos antagónicos, a los acuerdos y coerciones internas, a la sobrevivencia de la dedocracia y la meritocracia, a las promesas de concesiones a cambio de financiar campañas, a la diatriba y ofensa fácil, a la calumnia y la infamia pública. Así se preparan y se enfrentan los partidos y a ese sistema se le llama democracia. En todo caso más propio sería llamarlo partidocracia, como algunos ya lo hacen.

Lo que no veo, es que en vísperas de elecciones se prepare la sociedad, que la sociedad participe y haga presente sus intereses y que ese movimiento sea el que genere candidatos auténticos que vivan y representen el sentir y el pensar de cada grupo social. Esa expresión participativa de la sociedad que no la veo, repito, es la esencia del proceso democrático. Como aún no se da y solo tenemos la de los partidos, entonces tenemos una democracia imperfecta que no busca el bien común sino el poder efectivo.

¿Poder para que? ¿Para que las cosas cambien y el pueblo viva mejor? Después de las cifras que hemos mostrado al principio y que son el resultado de los últimos 200 años, parece que la lucha por obtener el poder queda muy clara: ¡la lucha por el poder es para que las cosas no cambien! Para que todo siga igual y el 20% de la población más rica de este país continúe conservando sus privilegios. Que quede claro: no queremos un país sin ricos, para nada, lo que impulsamos es un país rico, poderoso, con un pueblo sano, educado y con muy alto nivel de ingreso, pero actualmente se pierde el tiempo buscando el voto mediante la promesa fácil y no veo propuestas políticas serias que expliquen COMO y CUANDO van a cumplir con la palabra empeñada, como aquella no muy lejana que decía: seré el Presidente del empleo.

Que nos queda. Echemos una mirada miope, cortita, sin pretensiones de visión aguda como la de águila o la de lince. Cerquita. Recordemos el desenlace de los grandes sistemas económicos y políticos que rigen el desarrollo de las sociedades en los últimos años. El sistema capitalista ha fracasado, si me acepta usted calificarlo así a partir de la enorme desigualdad y concentración de la riqueza que actualmente impera en el mundo. La más grande concentración de todos los tiempos, aunada la pobreza de las ¾ partes de la humanidad y la destrucción y muerte producto de las guerras entre potencias y países del mal llamado tercer mundo. El capitalismo no encontró caminos para hacer realidad los nobles propósitos de la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad y Fraternidad.

La esperanza de un mundo más justo que ofreció el sistema socialista (al comunista nunca se llegó), igualmente ha desembocado en un fracaso, ya que en los ciudadanos de esos países se generalizaron los términos de la pobreza y, de la misma forma, no encontraron los caminos para hacer realidad los ideales de la Revolución Francesa. Caído el muro de Berlín, fraccionada la Unión Soviética y varios de los países del ex-bloque socialista, el éxodo de su gente buscando trabajo en el resto de Europa, cubanos y chinos empecinados en que están en la ruta correcta, no dejan tampoco lugar para negar que el sistema socialista también ha fracasado.

Que nos queda. Un capitalismo rampante, un socialismo quebrado y de ellos una democracia imperfecta. Y en México y, por ende, en el Estado de Quintana Roo, unos partidos políticos sin timón y a mar abierto (parafraseando a Joaquín Pacheco en Maretazo), a veces golpeándose, otras intercambiando salvas y recientemente sumándose para crear una armada invencible que atraque sus naves en las suaves aguas de la Bahía de Chetumal. Todo puede ocurrir en busca del poder para que nada cambie, para que todo siga igual. Sin embargo, hay un mayor nivel de madurez en el colectivo de la sociedad que esta en espera de un detonante que permita enfrentar con seriedad los problemas que por siglos nos aquejan.

Ni capitalismo ni socialismo. Hay que trabajar para encontrar una Tercera Vía. Los políticos en campaña tienen hoy una gran oportunidad para promover la participación ciudadana y sumarse a los esfuerzos de la gente que en todas partes del mundo están trabajando para lograr un sistema económico y social más justo, integracionista, equilibrado y cuyo propósito es distribuir una riqueza nacional que se crea socialmente pero cuyos beneficios se concentran en pocas manos.

Por lo pronto habrá que seguir a los candidatos que los partidos nos impongan para elegir, eventualmente, al que nos gobernará los próximos años. Como ciudadanos hagamos al menos el ejercicio de cuestionar sus promesas induciéndolos a que nos digan COMO lo van a hacer y CUANDO van a cumplir con ellas ya que, en el camino a la gran elección, la ciudadanía les aportará ideas y soluciones que a ellos les ayudarán a realizar un buen gobierno.

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