sábado, 27 de noviembre de 2010

El “Call Center”: Desgracia del Consumidor

Caminaba sin prisa, como si fuera dueño del tiempo. En aquel momento en realidad así era, ya que me trasladaba a la sala de abordaje para subirme a un avión de Aeroméxico con bastante tiempo de anticipación. Interrumpió mi paso y mi concentración (había logrado poner mi pensamiento en blanco) una sonriente joven que apretaba con el brazo izquierdo un manojo de carpetas y papeles y con la mano derecha blandía picaronamente una pluma de a peso que uno puede tomar con autoridad y firmar cualquier cantidad de compromisos que al tiempo se convierten en líos y problemas de tiempo o de dinero o de ambos.
 
- Disculpe señor, ¿me haría el favor de contestarme un par de preguntitas? – Bueno, estimado Lector, usted igual que yo no podría decir que no si ya hemos quedado que era dueño del tiempo y, por si fuera poco, que llevaba la mente en blanco.


- ¿Porqué no? De que se trata – Contesté con gentileza y fino trato.


- Sólo dígame por favor, si tiene tarjeta de crédito de American Express


- No, no tengo – Ahora contesté supliendo mi gesto gentil con uno de alerta roja


- ¿Me acepta que le ofrezca una Golden Card, asociada a Aeroméxico, sin costo de anualidad el primer año y con un premio de bienvenida de 10,000 puntos a su cuenta con la compañía de aviación? Recuerde que un viaje sencillo a cualquier destino del país lo puede hacer con solo 16,000 puntos.


- Señorita, estoy un poco apurado, tengo que abordar un avión y me asignaron la última sala –En realidad, estaba intentando una inocua defensa (Usted ya sabe que tiempo si tenía), para no enredarme con otra tarjeta de crédito y menos una como la de American Express que, aunque se pague en pesos, todas las compras las cotizan en dólares y le aplican el tipo de cambio el día que el Cliente efectúe un abono o liquide la totalidad del saldo. Claro, mi respuesta debió haber sido un firme “No, muchas gracias”, con aplomo y autoridad, con un gesto de cortesía y seguir mi camino. Pero ya sabe usted como somos, unos blandengues con el sexo débil, por aquello de la ternura que nos envuelve al recordar que todos venimos de una mujer, que alguna vez todos tuvimos madre y que todo se lo debemos a ellas.


- Señor, no abusaré de su tiempo –Y yo enchuecando la boca y mirando al cielo: “pues que abuse, ya que no se mueve la hoja de un árbol sin la voluntad de Dios”-, -sólo nos tomará dos minutos –Y yo perplejo: caray, un rapidín así deberá ser un récord Guiness-, -permítame su credencial de elector –, siguió diciendo ella.


No me preguntó si tenía mi credencial del IFE, solo me la pidió con terso aplomo y yo se la entregué dócil y expedito. Acto seguido un ayudante sacó una fotocopia de mi credencial y la joven llenó una solicitud de crédito con los datos que le iba dictando, me entregó la pluma de a peso con la que firme mi sentencia y los 10,000 puntos que Aeroméxico me obsequiaba. Ella, a su vez, me dio la bienvenida como Cliente de American Express, me aseguró que en un par de semanas llegaría a mi casa la tarjeta y me regaló con una espléndida sonrisa en señal de agradecimiento por la comisión que de seguro se había ganado y que yo espero, sinceramente, que se la hayan pagado. Esto fue el 26 de agosto del 2009.


Pasaron las semanas y los meses. La tarjeta no llegó y los 10,000 puntos de Aeroméxico nunca pude constatar que hubieran sido acreditados en mi cuenta. Así, la tarjeta del cuento cayó en el olvido y a los puntos nunca le salieron alas. Pero que le digo, apreciado amigo, si vivimos en un país mágico y sorprendentemente Kafkiano y por ello usted ya se estará haciendo conjeturas sobre el desenlace de esta mexicanísima historia.


Pues bien, el 24 de noviembre del 2010, si señor, leyó usted correctamente, ¡15 meses después de que estampé en un papel de American Express el poder de mi firma, me llegó mi primer estado de cuenta! Un verdadero lujo de eficacia. Pero lo que más me impresionó de este magnífico servicio, fue que trae un saldo a pagar de US232.01 que equivale, dato meramente informativo, a $2,853.72 pesitos mexicanos. Me aclaran, eso sí, que el tipo de cambio corresponde a la fecha de corte y que puede variar en la fecha de pago. Además, me indican que no haga uso de la tarjeta hasta que cubra este saldo, el cual tiene ¡dos meses de atraso! Este saldo corresponde a un consumo que no describen por US154.66 más US66.68 por concepto de renovación (claro, si tiene más de un año que me la ofrecieron), más US10.67 que corresponde al 16% de IVA (también la SHCP tiene lo suyo y es bien mandada). Lo mejor de esta historia ¡ES QUE NUNCA ME DIERON LA TARJETA!


El cuento aquí no termina, no señor, apenas empieza. Estoy seguro que usted lo padece cada vez que tiene que hablar a un banco o a una macro empresa, cualquiera, cuyos funcionarios de Atención al Cliente se agazapan detrás de una línea telefónica en un “Call Center” y, cuando usted está a punto de romper su teléfono porque no logra que le contesten, alguien, un disco, por piedad al fin, le responde solo para seguir esperando: “Un momentito por favor, todas las líneas están ocupadas, en cuanto se desocupen, con gusto lo atenderá uno de nuestros ejecutivos”. Y ahí te pudres.


Marqué para una aclaración al teléfono que indican en el propio estado de cuenta, 01-800-640-5084. Después de varios intentos, me contestó una mujer, no un disco como casi siempre y me dijo: -Le voy a cambiar el número, hable usted al 01-800-830-1714. Bueno, paciencia, dije para mí, a volver a empezar. Me contestó Ana Lilia Zamora a las 16:58 del recién pasado día 24 y me pregunta: ¿Fecha de nacimiento? ¿RFC? Le doy ambos datos y me responde: -No puedo darle información, los datos que me dice no coinciden con los tengo, le sugiero que los coteje. Y yo, otra vez perplejo, le digo: -Señorita, tengo el estado de cuenta que me enviaron y mi acta de nacimiento en la mano y ya me cotejé frente al espejo y le aseguro que soy yo, ¿no me puede aclarar que les debo? No señor, no, no y no y de ahí no la saqué por que son órdenes de seguridad. ¿Ha sufrido usted algo así? Cuéntemelo, podemos apoyarnos.


Volví a marcar, ya sabe usted, otro vía crucis y me contestó Jorge Aguiñaga, más colmilludo, que igualmente me bateó pero me dijo que les enviara mi IFE por correo-e para actualizar mis datos. Espero que esta nota la lean en la PROFECO y en AAMEX.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Fobaproa: ¿a como nos toca?

Quien no recuerda la épica historia de Robin Hood, aquel joven intrépido y justiciero, aquel que no le temblaba el pulso y atravesaba manzanas sobre la testa de un amigo y que le robaba a los ricos para darle a los pobres. O a los indómitos Bandidos de Río Frío que a punta de machete y bala asolaron las haciendas poblanas con igual fin. Pero, ¡oh! modernidad, ¿qué nombre le podemos poner al líder de la banda del cuello blanco, quien impunemente, le ha robado a los pobres para darle a los ricos? Ayúdeme apreciado Lector a buscarle un nombre. Mientras tanto traigo a su memoria la historia del robo.

¿Se acuerda usted del FOBAPROA? Como olvidarlo. El próximo mes de diciembre cumple 10 años de haber sido elevado a la categoría de Deuda Pública y a la par se creo el IPAB para administrarla. El FOBAPROA, le recuerdo, era un organismo encargado de vigilar y garantizar las operaciones de los bancos. Para cumplir con ese fin recibía de los bancos y del gobierno federal recursos económicos y podía, hasta ciertos límites, con una vigilancia especial y bajo reglas específicas de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), entregarle a los bancos respaldos económicos por los créditos que hubieran caído en cartera vencida.

Dicho organismo se creó en 1990 con aportaciones de los bancos como un fondo para garantizar los depósitos de los ahorradores, con la característica de ser un fideicomiso privado y no una entidad del gobierno federal pero si administrado por el Banco de México. Sin embargo, ante la crisis bancaria, el gobierno, a través del FOBAPROA y sin aprobación de la Cámara de Diputados, les cambió a los bancos la cartera vencida por pagarés, que se vencían a los diez años, tiempo en el cual no se podían vender ni intercambiar, garantizándoles además que generarían intereses capitalizables cada tres meses. Hoy en día esa deuda asciende alrededor de 800 mil millones de pesos, la cual equivale a unos 64,000 millones de dólares.

Los antecedentes más cercanos de este mega quebranto, se ubican entre 1988 y 1994, cuando se relajó la disciplina y la prudencia crediticia, a grado tal que la proporción de préstamos respecto del PIB, pasó del 15 al 43%. Recuerdo que la capacidad financiera de los gerentes bancarios de la época se medía por el monto de crédito colocado por el funcionario correspondiente, aunque el riesgo de la entidad bancaria fuera equivalente a cruzar la Avenida Tulúm a las 9 de la mañana con los ojos vendados.

A la distancia, parecería que los grandes eventos nacionales ocurridos en esos mismos años (1988-1994), como la reprivatización de la banca y la desregulación del sistema bancario y financiero así como las enormes expectativas “calentadas” por el gobierno ante la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos y Canadá, fueron preparados para expandir el crédito, hacer grandes negocios de “saliva” y apropiarse de toda la riqueza posible del país. El TLC fue el gran proyecto salinista.

En esta época, los bancos registraron grandes beneficios, pero fueron ganancias fáciles basadas en la toma de alto riesgo que les duró poco y el gusto se trocó en susto cuando la cartera vencida se salió de control y, finalmente, estalló en llanto y en mil pedazos con la crisis de 1994-1995. Para no ir muy lejos, baste recordar que los bancos se reprivatizaron adquiriéndose en buena medida con créditos otorgados a los nuevos dueños quienes, a su vez, con el banco en la mano, se dieron a si mismos y a los amigos y prestanombres, múltiples y generosos préstamos de complacencia para realizar negocios simulados.

De lo anterior se sigue que todos los nuevos dueños de los bancos, vivales y oportunistas que se dieron la mano con el gobierno, debieran perder con la insolvencia bancaria hasta la camisa; que a los deudores, en particular a los fraudulentos, se les apretara con base en la Ley y que se les responsabilizara del mal uso de los empréstitos recibidos. Nada de esto ocurrió. Simplemente si ya se habían hecho nuevas reglas para reprivatizar los bancos, pues lógicamente se hicieron otras más nuevas para realizar un rescate bancario con cargo al presupuesto público, o sea, con cargo a usted, a mi, a nuestros hijos y posiblemente a nuestros nietos. Esta cuenta de pago generacional, no la hago yo, la hacen los actuarios.

Sin embargo, yo le haré otra cuentita, porque como a muchos no me alcanzan los registros cerebrales para entender cifras de endeudamiento nacional como la ya mencionada de $800,000´000,000.00 (se lee así: 800 mil millones de pesos). Bueno, pues alcanza para construir 160,000 escuelas primarias con un terreno de 800 m2 y un edificio de 400 m2 de 8 salones, dirección, baños y equipamiento. Unas 5,000 escuelas por Estado. Pero bueno, esto es solo para dimensionar que se podría hacer con tanto dinero.

En realidad, nuestro futuro como nación está muy difícil y seriamente comprometido. Vea usted lo que hemos abonado a la cuenta del FOBAPROA administrada por el IPAB: del año 2000 al 2009, el gobierno federal ha aplicado recursos por casi 312,000 millones de pesos, con presupuestos anuales que variaron desde 40,000 millones en el primer año, hasta 27,000 millones en su punto más bajo, registrado en el 2007. Para el 2009, los recursos asignados al IPAB en el Presupuesto de Egresos de la Federación fueron de 30,687 millones de pesos. El monto para 2010 no lo tengo, pero en base a las cifras mencionadas puede estar en el orden de otros 30,000millones de pesos y en unos pocos días podremos saber cuanto le asigna el presupuesto federal del 2011.

No le quiero amargar el día, pero tengo que decirle que eso no es todo. Así que cito textualmente un comentario de Roberto Gonzalez Amador del periódico La Jornada: “la administración del presidente Felipe Calderón Hinojosa alcanzó el récord de incrementar el saldo de la deuda interna del gobierno federal a un ritmo de poco más de mil millones de pesos diarios, incluidos fines de semanas y feriados, de acuerdo con información oficial. La suma de la deuda interna del gobierno federal y la emitida por el IPAB llegó al empezar este mes a 3 billones 536 mil 230 millones de pesos, cuando al comienzo del gobierno era de 2 billones 407 mil 846 millones de pesos. El monto que alcanzaron ambos pasivos es comparable al presupuesto federal aprobado la madrugada del martes por la Cámara de Diputados para 2010, que suma 3 billones 176 mil 332 millones de pesos, el más alto en la historia del país”.

Después de estos números, que más le puedo decir: que a nuestro atraso ya tradicional en educación, salud, vivienda e infraestructura, lo básico de cualquier nación, se atrasará aún más y que como no es de la competencia del sector privado, entonces las esperanzas para tener un desarrollo realista, están prácticamente canceladas para varias generaciones. Y luego dicen que las pensiones, retrasan el desarrollo. Sin embargo, me pongo del lado de los optimistas cuando ven que al paso que vamos, todos acabaremos comiendo heces, porque los pesimistas aseguran que no alcanzará para todos.

Termino este relato, transcribiendo al ex-presidente del Colegio Nacional de Economistas, Arturo Salcido Beltrán, cuando escribe que “el FOBAPROA es el triunfo más grande de la corrupción oficial y privada en México. Nunca, ningún gobierno, ningún acto, representó mayor corrupción ni causó daño tan grande al pueblo de México”.

sábado, 13 de noviembre de 2010

IFE: Arma Poderosa con dos Filos

Desde hace algunos años he venido promoviendo la concepción de que la transparencia es una virtud superior a la de la honestidad. Durante el desempeño de mis actividades laborales, docentes o, incluso familiares, he constatado que la honestidad es una condición necesaria pero nunca suficiente para construir lazos indisolubles de confianza.

Muchas veces he visto como se han perdido relaciones de trabajo, de amistad o de familia a pesar de tratarse de personas honestas y prevaleciendo la buena fe. Alguna vez habremos escuchado que una persona perdió dinero debido a los malos manejos de su socio y, al mismo tiempo, hemos sabido que el afectado expresa su pesar por la pérdida y sin embargo asegura que su socio no ocasionó el menoscabo de manera intencional. Es más, se han llegado a escuchar comentarios por parte del afectado diciendo que pondría las manos al fuego para avalar la honestidad de su socio, que ya no haría más negocios con él, pero que habría que echar la culpa del quebranto a la impericia y no al dolo.

Aquí radica el corazón del problema. Para hacer las cosas bien no basta con ser honrado, también se debe ser eficaz y esta habilidad conlleva la exigencia de disponer de elementos que permitan actuar con transparencia, al margen de emotivos discursos, rasgadura del ropaje o justificación de errores. El IFE nacional requiere tres Consejeros y la H. Cámara de Diputados está entrampada y ¡ha pospuesto su elección!

El sentido común, tantas veces caído en descrédito, es un lenguaje no hablado, instintivo, que nos permite trasladar las vivencias personales al ámbito social. Hoy en día, nuestra sociedad, México, en una palabra, esta inmerso en un ambiente de desconfianza, inseguridad y desánimo y son pocas las cosas que se salvan y que pueden contribuir a la reconstrucción de la confianza.

La confianza nacional se nos ha escondido. La ciudadanía desconfía de casi todo, se vive sobresaltado pero se conserva la esperanza. El Pueblo, en general, no cree en sus autoridades; las palabras van por un lado y la economía por otro; el sistema electoral recibe el embate cotidiano de los partidos políticos por asegurar su control; la ciudadanía observa expectante una mutación de un Gobierno republicano a un Gobierno de partidos, es decir, de una Democracia a una Partidocracia.

Con todos los argumentos positivos y propositivos que hoy se vierten para convencer al ciudadano de que el país se recupera y va por mejor camino y que, incluso, se difunden cifras contundentes que avalan dicha mejora, lo que queda es una percepción popular, dígase lo que se diga, de que estamos mal y que mañana ¡estaremos peor! La confianza nacional se nos ha escondido.

Tenemos que retomar el proceso de la reconstrucción de la confianza, empezando por reconstruirnos en cada articulación del país. Una de ellas, de las varias que nos competen a los ciudadanos, es el sistema electoral, el IFE; en él tenemos una herramienta poderosa pero imperfecta, vital para la democracia pero tentadora para la manipulación, precisa para generar confianza, certeza y seguridad, pero cómplice para exculpar el fraude.

Por ello, es necesario, para multiplicar la confianza, deslindar las tareas de los organismos electorales de los poderes legislativos, en razón de que los integrantes de este poder, se nutren de los partidos políticos a quienes los ciudadanos-consejeros, mediante los Institutos Electorales, se obligan a sancionar.

Aún cuando se puedan fortalecer de la anterior manera los mecanismos para abonar en el aspecto de la transparencia, poco se podrá ganar en confianza social si no se incrementa la participación ciudadana en los procesos electorales, especialmente en los actos previos y en el cívico derecho, pero también obligación, de ejercer el voto.

La brújula política se ha extraviado y la confianza del pueblo se ha escondido. ¿Eso es una consecuencia de la democracia? ó ¿somos un país muy nuevo intentando construirla? Y ¿por esto es que los partidos políticos se están apropiando de los organismos electorales? La etimología de la palabra democracia le da un significado específico: el pueblo es el que gobierna. Un sistema democrático permite que el pueblo participe en los asuntos más importantes del país y decida el rumbo que deberán tomar los acontecimientos y esto aún no es así y no abona a la participación ciudadana.

Las campañas políticas no se están realizando con ética y, el electorado, expectante, esta en el medio de la tolvanera política expresando su indiferencia ante los siguientes eventos electorales, porque no creen que el ejercicio de su voto sea un instrumento de corrección y cambio. Obsérvese que la intención del voto decrece en tanto que el padrón electoral se incrementa, paradoja que se explica por efecto de las campañas publicitarias y porque la credencial del IFE tiene una utilidad práctica e inmediata, ya que se ha convertido en un medio de identificación superior a cualquier otro, como puede ser una licencia de manejo, una credencial del trabajo o el pasaporte.

¿Que nos queda como ciudadanos? Nos queda hacer del sistema electoral una revisión profunda, sin pausa pero sin prisa, sin revanchas ni pasivos, solidaria e incluyente, respetuosa y ciudadana y, a partir de ahí, perfeccionar una sociedad democrática que desemboque, justamente, en un país mejor, con más oportunidades y con más deseos de vivirlo. Para ello es necesario que el IFE trabaje sobre algunos de los puntos que ya mencioné y que, a manera de resumen, a continuación propongo:

1. Fundamentar la transparencia electoral en la elección por la vecindad de los integrantes de cada casilla y no por una designación oficial.

2. Instituir permanentemente la participación ciudadana a nivel de comunidad o manzana, con independencia de los eventos electorales.

3. Regular los compromisos de los candidatos establecidos con la ciudadanía, durante las campañas electorales y señalar su cumplimiento o incumplimiento.

4. Registrar el número de personas afiliadas a cada partido y cotejarlas con las reportadas a la Secretaría de Gobernación.

5. Establecer la auto-renovación de sus Consejeros Propietarios y Suplentes de manera autónoma, sin injerencia de ninguna otra autoridad o Poder Constitucional.

Mis puntos de vista sobre la cuestión electoral, no son otros que los recogidos en las pláticas espontáneas con vecinos, amigos, trabajadores como el plomero, el carpintero o el taxista y el inefable taquero. Todos ellos enriquecen con su sabiduría mis conceptos sobre la política y la convivencia social y me demuestran, cotidianamente, que tenemos hambre de un país mejor, más justo, más seguro y menos pobre.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Las Pensiones: Un Fantasma recorre el Mundo (II)

ver la primera parte de este articulo:
La semana pasada le decía, apreciado Lector, que las pensiones no eran un problema, si no una justa retribución por la riqueza generada durante una vida laboral, que se hereda para el disfrute de la generación siguiente. Por lo tanto, no es un tema de cálculo actuarial si no de productividad y de mejor distribución de la riqueza. Decía también que es una obligación de la sociedad y del Estado y que los adultos de hoy no tardarán en verse en la situación en que se encuentran ahora los adultos mayores en cualquier país.

En México como en España, Francia o Alemania, antes de existir la seguridad social, las personas procuraban tener muchos hijos, porque de esa manera tendrían quien los mantuviera durante la vejez. En esa lógica, cuantos más hijos se tuviera, mas gente podría cuidar de uno cuando ya no pudiera valerse por si mismo. Lo que son las cosas, este principio fue la base con la que se inició el sistema de la Seguridad Social: cuanto más gente aporte, mejor se podrán mantener a los pensionados durante la vejez. Pero este principio, como ya hemos estado viendo, sobre el cual fue creada la Seguridad Social, se tambalea en casi todos los países del mundo porque, aseguran, la gente vive más y trabaja menos y un alto porcentaje de los que debían de trabajar, se encuentran en paro y, por si fuera poco, los jóvenes tardan más en tener familia y procuran tener muy pocos hijos.

Todo lo dicho en el párrafo anterior es cierto. El mundo está patas pa’rriba. Sin embargo, retomemos el tema de la productividad para mostrar como la producción de alimentos es más fuerte en la actual generación, a pesar de que proporcionalmente trabajen menos personas. Veamos el caso del maíz. En México se producen alrededor de 20 millones de toneladas y se importa una tercera parte. Durante siglos ha sido la base de alimentación del pueblo. En USA se producen algo así como ¡325 millones de toneladas! Su población es 2.5 veces mayor que la nuestra, pero ¡la producción de maíz es 16 veces más!

Y que hacen con esa producción, ¿se la comen? Sólo un poco, más bien se la beben. Porque dedican algo más de 100 millones de toneladas a la producción de etanol; exportan cerca de 60 millones y el resto, que ya lo quisiéramos, se lo dan a los animales como forraje. En México, el campo no es opción para el campesino. Muchos de ellos producen 200 kg. de maíz por hectárea (que sería una parcela grande) y tienen 5 hijos para mantener. Esta es una buena razón para abandonar el campo y engrosar las ciudades con albañiles y criadas. Hoy en día, solamente un 25% de la población es rural y si tuviera tierras y tecnología, produciría más que suficiente para dar de comer a toda la población y hasta a los animales. Pero no las tienen y ya sabemos que es posible apenas cruzando la frontera. Insisto, el “problema” de las pensiones y de muchos otros problemas del país, es la falta de productividad y, si usted me aprieta, también de probidad.

Como lo acabado de decir parece que no es posible en México, entonces, ¿qué cada quien ahorre lo suyo? Esta solución, al menos en países como México, va directo al fracaso, porque, ¿quienes pueden ahorrar en este país? ¿Si el 80 por ciento vive al día y unos 30 millones de mexicanos viven en pobreza aguda? Si no se tiene una fuente de trabajo formal, ¿quién va a aportar recursos para constituir un fondo de pensión? Y la gente que gana de 1 a 3 salarios mínimos durante toda su vida, con inflaciones superiores a la tasa de interés, ¿qué institución le va a garantizar que al menos esa cantidad recibirá cuando se pensione? Se dice que el Estado garantiza que al menos el trabajador reciba un salario mínimo. Yo, estimado Lector, a reserva de que continuemos discutiendo este tema, le diré lo que pienso:

1. Cuando trabajé en las Afores acepté la idea de que el sistema de reparto no era justo, puesto que nadie sabia que pasaba con sus ahorros y que de esa bolsa tomaban para darle a uno, aunque podrías merecer más si hubieras conocido tu cuenta y cuantos intereses habías ganado, amén de que el Gobierno no hubiera podido meterle mano a esos ahorros.

2. Surge entonces la nueva idea de las cuentas individuales y que supieras exactamente cuanto tenias en tu fondo para pensionarte, cuanto estabas ahorrando y cuantos intereses te estaban pagando y como era tuyo, de tu propiedad, personal, igual que tener una cuenta bancaria, nadie te lo podía escamotear. Y esa idea le estuvimos diciendo a la gente para que se afiliara con nosotros, tuviera o no tuviera capacidad de ahorro, contara o no con un trabajo formal.

3. Apenas se agotó el número de personas afiliables, se empezó a transmitir un sentimiento de ansiedad al trabajador, en el sentido de que las pensiones tal como estaban ahora no serian suficientes para llevar una vida digna cuando llegara el tiempo de la jubilación, Luego habría que aumentar por tu cuenta la cantidad a ahorrar, aportar más si querías jubilarte con una pensión decorosa. Seguramente esto es cierto, pero si es difícil para los pocos que tienen capacidad de ahorro, ¿significa entonces que los que no la tienen y que son la mayoría de los trabajadores, sus últimos años en la pobreza?

4. Un país se construye entre todos sus habitantes y el Estado es la figura que administra los recursos para satisfacer sus necesidades. Un país democrático y solidario DEBE GARANTIZAR A TODOS SUS HABITANTES EL ACCESO A LA seguridad social, independientemente de si se cotiza o no.

5. La salud, la educación y las pensiones debe ser gratuita y a cargo del Estado, financiadas con impuestos (ojo evasores) y, por el particular hecho de cumplir 65 años, todo mexicano debe quedar exento de todo tipo impuestos, tenencias, derechos, etc.; disponer del seguro medico social, de disponer de una cuota de exención de pago de los servicios publicos (p ej agua x num. de metros3; luz. x num. de kw; vales por 20 kg de gas al mes; ayuda para renta o hipoteca si no tiene casa propia; y un cierto número de salarios mínimos en función de sus dependientes económicos, de por vida.

6. Se debe socializar la vejes. Por lo menos ahí todos deben ser iguales. Todos los de 65 años en adelante deben recibir lo mismo. El que quiera más, ahí si, que haya sido por el producto de sus ahorros personales durante su vida laboral.

La mejor garantía para tranquilidad emocional de los jóvenes y adultos en edad productiva, es que estén seguros de que no tendrán que disponer de dinero para sostener, ayudar o mal ayudar a sus padres. Que ese “problema” esta resuelto socialmente y lo pagan entre todos y que no tendrán que quitarle el pan a sus hijos para darlo a sus padres. Y que, por último, podrán esforzarse y concentrarse en la formación, desarrollo y consolidación de su propia familia y de su país.