sábado, 14 de agosto de 2010

El lado gris de Amsterdam

Uno abusa de su imaginación influido por la publicidad manipuladora que, buscando un fin comercial, basa sus mensajes en medias verdades. En el caso de Amsterdam, uno cree que apenas llegando a tan anegada ciudad, te verás introducido como a las páginas de un cuento de adas, donde todo esta delicadamente ordenado, las casas adosadas de lindos encajes, fachadas multicolores y floridos balcones y, desde luego, con personajes encantadores y esmeradamente pulcros en su vestimenta y arreglo personal. Y que va, apenas se baja uno del tren y da un paso fuera de la estación central, parecería que se llegó a un pueblo bicicletero, sucio y desordenado. En el trayecto de traslado del tren al hotel, a riguroso patín y desequilibrante arrastre de maletas, más la falta de una brújula para evitar las vueltas en semicírculos, encuentra uno el tiempo suficiente para, amén de la necesaria orientación, poder leer nombres de calles como “NieuwezudsVooburgwal” que es donde se ubica el hotel pero se desubica uno y, cuando al fin te reubicas, encuentras que Amsterdam es una ciudad de carne, hueso, cristal y cemento, como todas.

Amsterdam no es la Venecia del Norte como algunos guías de turistas aseguran. Creo que la primera es una ciudad con más empaque y mejor organizada en relación al tema de sus calles inundadas o canales mejor dicho. La capital holandesa se levanta sobre unas noventa islas separadas y unidas por esos famosos canales, con una población multirracial (45% extranjeros) y un casco antiguo perfectamente conservado por el que da gusto pasear con todo y los sobresaltos que provocan los infrenables ciclistas.

Para los que venimos de piramidales tierras, de piedra firme y casas modestas pero de solar grande, no deja de estimular nuestro asombro que se edifique una ciudad de 750,000 habitantes con un 20% abajo del nivel del mar y 100 kilómetros de serpenteantes canales; que se las arreglan para vivir bien en pequeños espacios como las famosas casas de estrechas fachadas en el canal de Heren cuya razón era que ante la escasez de tierra cuanto más frente tenían, más pagaban de impuestos; es notorio y curioso también que, vistas de perfil las casas, se percibe una ligera inclinación hacia delante con un gancho en la parte superior que sirve para subir los muebles e introducirlos por las ventanas sin golpear el frontis, ya que no cabían por las escaleras. Esto recientemente empieza a ocurrir en todo México aunque lo que sobra es tierra. Por último y por si usted, perspicaz lector esta sacando cuentas, le diré que no visité el Voldenpark pero si el famoso barrio rojo y que ese si está plagado de vitrinas con exposición permanente de muñecas y una que otra pasadita de tonelaje, tal cual nos lo muestran los reportajes televisivos. Hay que ir, ni modo. De hecho, dicen los que saben, que registra más visitas que a los museos como el de Van Gogh, el de cera de Madame Tussands o la conmovedora Casa de Anna Frank.

En general, Holanda, a pesar de su fama como país rico, laborioso y pacifista, no siempre ha sido un protagonista relevante en el curso de la historia si no hasta la etapa considerada moderna. Antes había sido un pueblo en disputa y siempre sometido ya sea por el Imperio Romano o por Alemania o por los vikingos o por España, alcanzando apenas su independencia del dominio español a finales del siglo XVI. Lo asombroso es que de inmediato se pusieron a la cabeza del comercio europeo y aún les dio tiempo para establecer algunas colonias y zonas de influencia transcontinentales, con la creación de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, que dio al país carácter de potencia mundial y trazó un estilo comercial y financiero que pronto copiaron otras potencias.

Volviendo al principio, Holanda y Amsterdam en particular, es una buena lección de historia, pero también es un laboratorio social que, como antaño, traza caminos inéditos para la humanidad que de inmediato son usados como referencia de autoridad en otros países que se proponen modificar sus leyes y normas de conducta. Ello es así, porque es inevitable reconocer que Holanda es un pueblo pacifista chico con ideas grandes. Baste para confirmar esto que es un país fundador y, en muchos casos precursor, de organismos tales como la Unión Europea (UE), la Organización de la Naciones Unidas (ONU), la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), del Fondo Monetario Internacional (FMI), el BIRT (Banco Mundial) y del Tribunal Internacional de la Haya, entre otros influyentes organismos de carácter mundial. Y que tal vez por esto mismo, ha sido un país líder en la adopción de medidas liberales y escandalosas en su momento, como legalizar la prostitución, el aborto, el consumo de drogas, la práctica sexual en lugares públicos, el matrimonio entre personas del mismo sexo y la eutanasia.

Pero ante todos estos hechos, que en Holanda se ha traducido en estar entre los índices más bajos de delincuencia por causa de la prostitución y consumo de drogas, de abortos juveniles, de altos niveles de educación escolar, de actitud pacifista de una sociedad liberal, tolerante y respetuosa de razas y religiones, ¿se debe seguir que es un país que ha alcanzado la madurez liberal y que por ello adquiere el derecho y da cabida a todo tipo de propuestas por aterradoras que parezcan.

Reflexione usted querido lector, sobre los siguientes temas que se discuten en Holanda, propiciados por un partido político que busca su registro, el NVD (Caridad, Libertad y Diversidad), a través de Ad van der Berg que es uno de sus voceros. Pues agárrese o tome asiento porque el siguiente cóctel de disparates es muy fuerte y muy grave: 1) impartir educación sexual desde la edad de 5 años; 2) legalizar la venta de drogas duras: 3) legalizar la pornografía infantil y el derecho de los niños y adultos a tener relaciones sexuales; 4) de aquí se sigue la petición de rebajar la edad penal de 16 a 12 años; 5) practicar libremente la zoofilia sin dañar a los animales; 6) reconocer el derecho de los jóvenes de 16 años a prostituirse; 7) reconocer el derecho a caminar desnudo en público; 8) permitir programas pornográficos en TV en cualquier horario; 9) Abolir el Congreso de Diputados (bueno, en esta si que parecen tener razón).

¿Qué sigue? ¿Subidos a este tobogán a donde iremos a parar? Sobre esta falsa percepción democrática se pierden los límites a la razón; así, entrados al juego por demás perverso de que todo se vale, cualquier grupo podrá exigir su derecho a que sus perros anden sueltos por la calle o a filmar películas XXX en lugares emblemáticos como el Castillo de Chapultepec o la Pirámide de Chichén Itzá. Este es el lado oscuro de Amsterdam. ¡Las monarquías constitucionales han dejado de ser conservadoras!

1 comentario:

  1. Bueno han pasado 10 años de tu publicación pero he llegado hasta aquí porque tengo ganas de ir a pedalear a Amsterdam y ver que se siente para un sudamericano que no tiene bicisendas en su ciudad :) Con respecto a la parte que mencionás de los disparates, coincido, son disparate preocupantes. A veces esa "flexibilidad" que muestran algunos países se traduce en locuras descontroladas. No sé en que situación estarán con eso en estos momentos, pero quería expresar mi agradecimiento por tu posteo, me encantó leerlo. ¡Saludos!

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