sábado, 7 de agosto de 2010

Londres Hoy

Mezclado con el pueblo londinense, ya que no pudo ser de otra manera pues no me fue posible adecuar mi agenda con la de la Reina, observo que son personas amables y risueñas, lo que en automático derrumba el paradigma de la severidad en el gesto y lo flemático en la conducta. Sin embargo, no entiendo porque se empeñan en continuar yendo contra la corriente. Quizás aspiran a ser el espejo del mundo, ya ve que en estos accesorios se reflejan las cosas al revés.

Mire usted: fabrican sus autos con el volante del lado derecho y por tanto circulan en el sentido contrario al que estamos acostumbrados; se esmeran en ser amables con el visitante y pintan en el piso de cada crucero un texto que indica por donde viene el bus, claro, el texto esta en inglés y mientras uno traduce ya se llevó una pitorroteada o tremendo susto a punto de atropello por un auto ¡al que no se le ve el chofer! Por otra parte, a pesar de que su sistema numérico se basa en la métrica arábiga, tienen que complicarlo para ser originales e inventan unidades de medida como la milla, yarda, pie, libra, galón, bushel, etc., y ninguna coincide con nuestros kilómetros, kilos o litros; su idioma no sigue el orden común de expresión de las frases, solo por fregar las dicen al revés como verde yerba; bueno, tampoco han querido ser miembros de la Comunidad Económica Europea y, quizás por eso y por fregar también, todo es más caro, ¡carísimo!

Londres es una ciudad muy revuelta. Junto a sus hermosas fachadas victorianas, se yerguen rectangulares o picudos rascacielos de vidrio y acero; a la vera del río Támesis, se eleva una gigantesca rueda de la fortuna, desdibujando por completo el contexto de los vetustos y venerables edificios de época que su vez la rodean. En un corto tramo sobre la cauda del río, lo mismo se puede apreciar un magnífico puente como el de la Torre de Londres, que inexplicables montajes cruzando sus aguas con arcos de metal o de concreto, más propios de pueblos aislados que de ciudades cosmopolitas. Sin embargo, para que más que la verdad, la ciudad esta literalmente atestada de turistas llegados desde cualquier confín del mundo.

Me emocionó por adelantado cuando supe que el primer punto de Londres al que arribaría, sería a la idealizada terminal de trenes Victoria Station, final de un viaje en tren rápido de unos 20 minutos desde el aeropuerto de Gatwick. Oh, decepción, de la nave original ya prácticamente no queda nada y de la fachada principal poco se puede apreciar debido a que está ennegrecida por el smog, lacerada por pegostes de lámina y fierro para que la gente no se moje esperando un bus o taxi o tickets del metro y ofendida su dignidad al estar su pequeña plaza ocupada por un paradero de autobuses de dos pisos. Para recordar a los viejos trenes ahora habrá que visitar las estaciones de Mérida o Querétaro.

Eso si, si de monarquías se trata, me parece que la casa real inglesa no tiene rival al menos en el mundo occidental. Sus posesiones, ostensible riqueza, influencia de estado y admiración popular así lo demuestran. La Reina Elizabeth II vive en el espléndido Palacio de Buckingham, el cual, durante parte del verano y en ausencia de su Majestad, se pone a disposición del pueblo para que este lo visite por la módica suma de 17 libras. Yo, desde luego, pude haberlo conocido gratis, pero por andar de mamila con lo de las agendas de la Reina y la mía, no tuve más opción que pagar mi entrada y aguantar una larga cola.

La verdad, valió la pena el boletito, porque el recorrido al interior del Buckingham es de extraordinaria belleza por cuanto a los detalles de su arquitectura, lámparas, alfombras, cuadros y muebles, entre muchos finos detalles, estilos y exquisito gusto, salvo por la colección de sombreros de la Reina que delata a sus enemigos. Por otra parte, he tenido oportunidad de conocer algunos castillos, palacios y fortalezas, pero ninguno como esta casita de interés social que tiene 19 salones de estado, 52 recamaras reales y de invitados, 188 dormitorios para el personal de servicios, 92 despachos y 78 cuartos de baño los cuales me parecen pocos. En total, 429 piezas circundadas de jardines y bosques y que, a pesar de sus dilatadas extensiones, no da miedo. Es más, dan ganas de quedarse en ella.

Pasado el descomunal impacto de la sorpresa por los millones y millones de libras que el palacio representa, no puede uno menos que pensar que tanta opulencia obedeció en parte a ganar posiciones fuertes de negociación, desde un principio, frente al adversario o aliado en turno. El punto era que quien ingresara, fuere a lo que fuere al Palacio de Buckingham, lo hiciera disminuido o ahí mismo se achicara ante el poderío de los Reyes de Inglaterra.

Tampoco puede uno dejar de pensar ante tanto boato, que toda riqueza acumulada en esas proporciones tiene su lado negro, el de la explotación de pueblos lejanos y propios, trabajo esclavizado y sangre derramada de hombres que fueron libres, mujeres violentadas y niños hambrientos, condenados a reproducir las condiciones inhumanas en las que vivieron sus padres; la piratería en alta mar robando a otros ladrones, hecho por el cual ahora se condena a los somalíes. ¿Cuántas viudas y huérfanos argentinos recuerdan hoy la confrontación por las Malvinas? ¿Cuantas vidas se consumieron en el proceso de extraer los diamantes que forman parte de las Joyas de la Corona? ¿Y cuanta sangre derramada para extraer de las colonias lo que no era suyo? Por ejemplo, en 1877, ya sometida la rebelión de los cipayos, la Reina Victoria fue proclamada Emperatriz de la India, el mayor país explotado por la colonización inglesa, la verdadera joya de la corona.

Y como si el tiempo no pasara, hoy como antes, el pueblo se agolpa, verdaderamente encaramándose uno sobre otro, entre curioso y admirado, entre el vasallaje y la ignorancia, a rendir culto con su sola presencia, a la ausencia de su majestad (yo ya sabía que no estaba en casa, por aquello de las agendas), aplaudiendo un acto tan simple como el cambio de guardia entre dos grupos de arrogantes soldaditos de plomo, unos de rojo y otros de gris, pero todos bien mamilas, tocándole las mañanitas a la reina ¡a medio día! Aclaro que las mañanitas de ahí son, entre otras, con la bella y dormilona melodía de “Over the rainbow” y con “Ynca”, que se la ha apropiado la comunidad gay.

Por lo pronto, que quede claro también que Londres esta lleno de historia, de cultura y de gente progresista. Que igualmente hay que reconocerle su dosis de pueblo civilizador ya que fue el país que detonó las Revoluciones Industrial y Religiosa. Que Inglaterra ha vertido luz a la humanidad con hombres como Newton, Moro, Darwin, Shakespeare, Dickens, Wilde, entre muchos genios más y, porque no, con prototipos como el Pirata Morgan, The Beatles, James Bond, Sherlock Holmes, Harry Poter y Jack el destripador.

Para concluir esta nota, les hago un recordatorio a los nuevos ingleses: que no se olviden que le deben mucha lana y mucho dolor a casi todos los pueblos del tercer mundo.

Desde aquí, un sentido adiós para José Caram y Héctor Herrera “Cholo”, geniales ambos.

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