sábado, 28 de agosto de 2010

El Informe Presidencial

Se dice que de los toros hay que cuidarse por delante, de los caballos por detrás y, de mi cosecha digo, de los políticos por todas partes. El respeto y la credibilidad la han perdido. La esperanza, que es lo último que se pierde después de la virginidad, está colgada de una telaraña en el ánimo de los mexicanos, según se puede inferir de cientos de artículos, manifestaciones populares e inefables pláticas de café.

Así, lo poco que queda de ilusión al Pueblo de que las cosas van a cambiar para bien, según quisiera oírse de los informes presidenciales y los mensajes de año nuevo, han entrado en una pendiente con caída libre que refleja el ánimo público: el Pueblo no solo ha perdido la certidumbre en el gobierno, si no hasta la esperanza en el Presidente en turno.

Como minúscula prueba de lo observado, me pongo como ejemplo, algo que se me da en mi persistente afán por las causas perdidas, pues cada vez que se acercaba la fecha del informe o del mensaje, me invadía una sensación de urgencia, esperanza y, hasta cierto punto, de emoción, ante la expectativa de lo que diría el Presidente de cara a la Nación y del rumbo que tomarían las cosas para solucionar los problemas que, sexenios van y sexenios vienen, por muchos lustros nos han aquejado y en consecuencia me entusiasmaba con las promesas que más tardaban en anunciarse que en incumplirse.

Debido a tan reiterada frustración y con una cabría decepción a cuestas, imagino al Pueblo de México castigado como a Sísifo, empujando una y otra vez una voluminosa piedra que representa nuestras carencias de trabajo, salud y educación, entre otras muchas. En lo único, quizás, que vamos creciendo a buen ritmo, incluso a nivel internacional, es en la tasa de pobreza, el índice de criminalidad y primera minoría en los Estados Unidos.

¿Qué vamos a escuchar el próximo 1º de septiembre? En serio, sin afán pretencioso alguno, me preocupa mucho y por ello me remojo en la caldera o calderón, para que no piense usted en cosas chiquitas, a fin de convertirme en un termómetro de lo que siente otro mexicano desencantado como yo, que ya no esperamos, ni nos importa, ni nos conmueve el informe anual o el mensaje de año nuevo del Presidente. Es más, para acabar pronto, ya ni me acuerdo que el supremo tiene fechas constitucionales para decir algo y, si por pura coincidencia me lo encuentro al encender el aparato de televisión, le cambio el canal de inmediato.

Antes, por lo menos, me entretenía escuchar un dramático discurso pleno de demagogia, inflamado con las encendidas notas del himno nacional y cobijado con los no menos encendidos colores de nuestra hermosa bandera y, hasta hace no mucho tiempo, con los interminables y nutridos aplausos de los diputados y senadores durante el informe. Por lo tanto, como ya dije, ¿qué vamos a escuchar el uno de septiembre? Pues nada, porque ya hasta los aplausos nos quitaron y esto fue decidido por una camarilla de diputados que no representan a nadie (se que es una tautología pero se oye fuerte), por lo menos a mi no, impidiendo al Presidente entrar a su vulgarizado Congreso Nacional que, en otra época, fue un altar de respeto, pero ahora que los diputados se golpean y se recuerdan a la progenitora de manera soez, no se puede calificar de otro modo. Además, quien les dijo que le cierren el paso al Presidente, si a mí, Juan Pueblo, a pesar de mi decepción, me gusta que el tal Neto o Chente o Felipe o como se llame, aunque sea un día del año pase la pena de decir públicas mentiras o medias verdades. Lejana sabiduría de Cervantes y no aprendemos: “Quien dice la mitad de la verdad, dice mentira”.

Todo eso ya forma parte de nuestro mexicano folklore y ya nada del gobierno nos ilusiona, ya no les creemos ni pizca, ya solo admitimos lo que sentimos y vemos. Por ejemplo, que nos podrán decir en el Informe, ¿qué ya salimos de la crisis?, ¿qué se recupera el empleo?, ¿qué los precios no han subido?, ¿qué los salarios mejoran su poder adquisitivo? Ya verá, querido Lector, en solo 3 días podremos confirmar que precisamente a todas esas preguntas, la respuesta será afirmativa..

En tanto se llega dicho plazo, adelantemos algunas cuentas que demuestran lo contrario, tomadas de la CONAPO, que es una dependencia gubernamental. Veamos: la población total de México, estimada a junio del 2010, es de 108.4 millones de habitantes; los menores de 14 años suman 30.5 millones y los mayores de 65 añejos son 6.4 millones, por lo tanto, restando ambos segmentos de la población total, quedan algo más de ¡71 millones de personas en edad de trabajar! aunque, es verdad, algunos no tienen mucha prisa. Este saldo es lo que define a la Población Económicamente Activa (PEA). La misma dependencia reconoce un desempleo abierto del 5.2% que equivale a 3.7 millones de personas o, lo que es lo mismo, que casi 68 millones estamos empleados en México.

Así las cosas, el panorama se ve bastante bien. Sin embargo, ¿se puede considerar que una persona que vende flores en la vía pública tiene un empleo? o ¿que es un microempresario como diría Fox? o ¿las empleadas domésticas en verdad son empleadas? ¿Es a esto lo que se conoce como empleo informal? En realidad hay una mezcla de variantes, una caja negra, pero el mismo INEGI reconoce un dato duro, que cerca del 60% de la PEA ¡está en el sector informal de la economía! Como quien dice y con sus “asegunes”, cerca de 40 millones de mexicanos no tienen un trabajo formal.

Por otra parte, lo más duro de la crisis es que nos ha pegado en la líbido, orgullo de una perdida reputación internacional, pues nuestra tasa de natalidad ha decrecido sensiblemente al 1.28 al millar con un promedio de 2 hijos por mujer. ¡Hasta donde hemos llegado! Pero hay algo más, empleado o medio empleado, lo que llega para el gasto es poco. El 70% de la población apenas recibe el 28% del ingreso nacional y el 10% más bajo, sobrevive con menos de 2000 pesos mensuales. Estas personas viven en extrema pobreza, pero la misma CONAPO reconoce que la pobreza en el país ahoga a ¡47.2 millones de mexicanos! ¿Que va a decirse en el Informe sobre esta ofensa nacional?

El salario aumenta un 3% anual contra los precios de la canasta básica que, en la actual administración lleva más de un 40% de aumento; Concretamente, la tortilla costaba 6 pesos el kilo en el 2006, ahora en agosto del 2010 ronda los 11 pesos; el kilo de frijol negro de Veracruz en las mismas fechas, pasó de $6.90 a $14.00; para los que no usan carbón o leña, en igual periodo el litro de gas costaba $8.83 y ahora $9.47. ¿Es así como aumenta el poder adquisitivo? Como quiera, el Presidente ha dicho que en 2010 vamos a empezar a sentir un cambio favorable. Yo aún no lo siento. ¿Se mantendrá en lo dicho?

Bueno, nosotros ya le ayudamos a demostrar que seguimos de mal en peor. A pesar de ello en el Informe van a decir que estamos bien. Ya lo verá. Apuestita de por medio.

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