sábado, 27 de noviembre de 2010

El “Call Center”: Desgracia del Consumidor

Caminaba sin prisa, como si fuera dueño del tiempo. En aquel momento en realidad así era, ya que me trasladaba a la sala de abordaje para subirme a un avión de Aeroméxico con bastante tiempo de anticipación. Interrumpió mi paso y mi concentración (había logrado poner mi pensamiento en blanco) una sonriente joven que apretaba con el brazo izquierdo un manojo de carpetas y papeles y con la mano derecha blandía picaronamente una pluma de a peso que uno puede tomar con autoridad y firmar cualquier cantidad de compromisos que al tiempo se convierten en líos y problemas de tiempo o de dinero o de ambos.
 
- Disculpe señor, ¿me haría el favor de contestarme un par de preguntitas? – Bueno, estimado Lector, usted igual que yo no podría decir que no si ya hemos quedado que era dueño del tiempo y, por si fuera poco, que llevaba la mente en blanco.


- ¿Porqué no? De que se trata – Contesté con gentileza y fino trato.


- Sólo dígame por favor, si tiene tarjeta de crédito de American Express


- No, no tengo – Ahora contesté supliendo mi gesto gentil con uno de alerta roja


- ¿Me acepta que le ofrezca una Golden Card, asociada a Aeroméxico, sin costo de anualidad el primer año y con un premio de bienvenida de 10,000 puntos a su cuenta con la compañía de aviación? Recuerde que un viaje sencillo a cualquier destino del país lo puede hacer con solo 16,000 puntos.


- Señorita, estoy un poco apurado, tengo que abordar un avión y me asignaron la última sala –En realidad, estaba intentando una inocua defensa (Usted ya sabe que tiempo si tenía), para no enredarme con otra tarjeta de crédito y menos una como la de American Express que, aunque se pague en pesos, todas las compras las cotizan en dólares y le aplican el tipo de cambio el día que el Cliente efectúe un abono o liquide la totalidad del saldo. Claro, mi respuesta debió haber sido un firme “No, muchas gracias”, con aplomo y autoridad, con un gesto de cortesía y seguir mi camino. Pero ya sabe usted como somos, unos blandengues con el sexo débil, por aquello de la ternura que nos envuelve al recordar que todos venimos de una mujer, que alguna vez todos tuvimos madre y que todo se lo debemos a ellas.


- Señor, no abusaré de su tiempo –Y yo enchuecando la boca y mirando al cielo: “pues que abuse, ya que no se mueve la hoja de un árbol sin la voluntad de Dios”-, -sólo nos tomará dos minutos –Y yo perplejo: caray, un rapidín así deberá ser un récord Guiness-, -permítame su credencial de elector –, siguió diciendo ella.


No me preguntó si tenía mi credencial del IFE, solo me la pidió con terso aplomo y yo se la entregué dócil y expedito. Acto seguido un ayudante sacó una fotocopia de mi credencial y la joven llenó una solicitud de crédito con los datos que le iba dictando, me entregó la pluma de a peso con la que firme mi sentencia y los 10,000 puntos que Aeroméxico me obsequiaba. Ella, a su vez, me dio la bienvenida como Cliente de American Express, me aseguró que en un par de semanas llegaría a mi casa la tarjeta y me regaló con una espléndida sonrisa en señal de agradecimiento por la comisión que de seguro se había ganado y que yo espero, sinceramente, que se la hayan pagado. Esto fue el 26 de agosto del 2009.


Pasaron las semanas y los meses. La tarjeta no llegó y los 10,000 puntos de Aeroméxico nunca pude constatar que hubieran sido acreditados en mi cuenta. Así, la tarjeta del cuento cayó en el olvido y a los puntos nunca le salieron alas. Pero que le digo, apreciado amigo, si vivimos en un país mágico y sorprendentemente Kafkiano y por ello usted ya se estará haciendo conjeturas sobre el desenlace de esta mexicanísima historia.


Pues bien, el 24 de noviembre del 2010, si señor, leyó usted correctamente, ¡15 meses después de que estampé en un papel de American Express el poder de mi firma, me llegó mi primer estado de cuenta! Un verdadero lujo de eficacia. Pero lo que más me impresionó de este magnífico servicio, fue que trae un saldo a pagar de US232.01 que equivale, dato meramente informativo, a $2,853.72 pesitos mexicanos. Me aclaran, eso sí, que el tipo de cambio corresponde a la fecha de corte y que puede variar en la fecha de pago. Además, me indican que no haga uso de la tarjeta hasta que cubra este saldo, el cual tiene ¡dos meses de atraso! Este saldo corresponde a un consumo que no describen por US154.66 más US66.68 por concepto de renovación (claro, si tiene más de un año que me la ofrecieron), más US10.67 que corresponde al 16% de IVA (también la SHCP tiene lo suyo y es bien mandada). Lo mejor de esta historia ¡ES QUE NUNCA ME DIERON LA TARJETA!


El cuento aquí no termina, no señor, apenas empieza. Estoy seguro que usted lo padece cada vez que tiene que hablar a un banco o a una macro empresa, cualquiera, cuyos funcionarios de Atención al Cliente se agazapan detrás de una línea telefónica en un “Call Center” y, cuando usted está a punto de romper su teléfono porque no logra que le contesten, alguien, un disco, por piedad al fin, le responde solo para seguir esperando: “Un momentito por favor, todas las líneas están ocupadas, en cuanto se desocupen, con gusto lo atenderá uno de nuestros ejecutivos”. Y ahí te pudres.


Marqué para una aclaración al teléfono que indican en el propio estado de cuenta, 01-800-640-5084. Después de varios intentos, me contestó una mujer, no un disco como casi siempre y me dijo: -Le voy a cambiar el número, hable usted al 01-800-830-1714. Bueno, paciencia, dije para mí, a volver a empezar. Me contestó Ana Lilia Zamora a las 16:58 del recién pasado día 24 y me pregunta: ¿Fecha de nacimiento? ¿RFC? Le doy ambos datos y me responde: -No puedo darle información, los datos que me dice no coinciden con los tengo, le sugiero que los coteje. Y yo, otra vez perplejo, le digo: -Señorita, tengo el estado de cuenta que me enviaron y mi acta de nacimiento en la mano y ya me cotejé frente al espejo y le aseguro que soy yo, ¿no me puede aclarar que les debo? No señor, no, no y no y de ahí no la saqué por que son órdenes de seguridad. ¿Ha sufrido usted algo así? Cuéntemelo, podemos apoyarnos.


Volví a marcar, ya sabe usted, otro vía crucis y me contestó Jorge Aguiñaga, más colmilludo, que igualmente me bateó pero me dijo que les enviara mi IFE por correo-e para actualizar mis datos. Espero que esta nota la lean en la PROFECO y en AAMEX.

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