sábado, 20 de noviembre de 2010

Fobaproa: ¿a como nos toca?

Quien no recuerda la épica historia de Robin Hood, aquel joven intrépido y justiciero, aquel que no le temblaba el pulso y atravesaba manzanas sobre la testa de un amigo y que le robaba a los ricos para darle a los pobres. O a los indómitos Bandidos de Río Frío que a punta de machete y bala asolaron las haciendas poblanas con igual fin. Pero, ¡oh! modernidad, ¿qué nombre le podemos poner al líder de la banda del cuello blanco, quien impunemente, le ha robado a los pobres para darle a los ricos? Ayúdeme apreciado Lector a buscarle un nombre. Mientras tanto traigo a su memoria la historia del robo.

¿Se acuerda usted del FOBAPROA? Como olvidarlo. El próximo mes de diciembre cumple 10 años de haber sido elevado a la categoría de Deuda Pública y a la par se creo el IPAB para administrarla. El FOBAPROA, le recuerdo, era un organismo encargado de vigilar y garantizar las operaciones de los bancos. Para cumplir con ese fin recibía de los bancos y del gobierno federal recursos económicos y podía, hasta ciertos límites, con una vigilancia especial y bajo reglas específicas de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), entregarle a los bancos respaldos económicos por los créditos que hubieran caído en cartera vencida.

Dicho organismo se creó en 1990 con aportaciones de los bancos como un fondo para garantizar los depósitos de los ahorradores, con la característica de ser un fideicomiso privado y no una entidad del gobierno federal pero si administrado por el Banco de México. Sin embargo, ante la crisis bancaria, el gobierno, a través del FOBAPROA y sin aprobación de la Cámara de Diputados, les cambió a los bancos la cartera vencida por pagarés, que se vencían a los diez años, tiempo en el cual no se podían vender ni intercambiar, garantizándoles además que generarían intereses capitalizables cada tres meses. Hoy en día esa deuda asciende alrededor de 800 mil millones de pesos, la cual equivale a unos 64,000 millones de dólares.

Los antecedentes más cercanos de este mega quebranto, se ubican entre 1988 y 1994, cuando se relajó la disciplina y la prudencia crediticia, a grado tal que la proporción de préstamos respecto del PIB, pasó del 15 al 43%. Recuerdo que la capacidad financiera de los gerentes bancarios de la época se medía por el monto de crédito colocado por el funcionario correspondiente, aunque el riesgo de la entidad bancaria fuera equivalente a cruzar la Avenida Tulúm a las 9 de la mañana con los ojos vendados.

A la distancia, parecería que los grandes eventos nacionales ocurridos en esos mismos años (1988-1994), como la reprivatización de la banca y la desregulación del sistema bancario y financiero así como las enormes expectativas “calentadas” por el gobierno ante la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos y Canadá, fueron preparados para expandir el crédito, hacer grandes negocios de “saliva” y apropiarse de toda la riqueza posible del país. El TLC fue el gran proyecto salinista.

En esta época, los bancos registraron grandes beneficios, pero fueron ganancias fáciles basadas en la toma de alto riesgo que les duró poco y el gusto se trocó en susto cuando la cartera vencida se salió de control y, finalmente, estalló en llanto y en mil pedazos con la crisis de 1994-1995. Para no ir muy lejos, baste recordar que los bancos se reprivatizaron adquiriéndose en buena medida con créditos otorgados a los nuevos dueños quienes, a su vez, con el banco en la mano, se dieron a si mismos y a los amigos y prestanombres, múltiples y generosos préstamos de complacencia para realizar negocios simulados.

De lo anterior se sigue que todos los nuevos dueños de los bancos, vivales y oportunistas que se dieron la mano con el gobierno, debieran perder con la insolvencia bancaria hasta la camisa; que a los deudores, en particular a los fraudulentos, se les apretara con base en la Ley y que se les responsabilizara del mal uso de los empréstitos recibidos. Nada de esto ocurrió. Simplemente si ya se habían hecho nuevas reglas para reprivatizar los bancos, pues lógicamente se hicieron otras más nuevas para realizar un rescate bancario con cargo al presupuesto público, o sea, con cargo a usted, a mi, a nuestros hijos y posiblemente a nuestros nietos. Esta cuenta de pago generacional, no la hago yo, la hacen los actuarios.

Sin embargo, yo le haré otra cuentita, porque como a muchos no me alcanzan los registros cerebrales para entender cifras de endeudamiento nacional como la ya mencionada de $800,000´000,000.00 (se lee así: 800 mil millones de pesos). Bueno, pues alcanza para construir 160,000 escuelas primarias con un terreno de 800 m2 y un edificio de 400 m2 de 8 salones, dirección, baños y equipamiento. Unas 5,000 escuelas por Estado. Pero bueno, esto es solo para dimensionar que se podría hacer con tanto dinero.

En realidad, nuestro futuro como nación está muy difícil y seriamente comprometido. Vea usted lo que hemos abonado a la cuenta del FOBAPROA administrada por el IPAB: del año 2000 al 2009, el gobierno federal ha aplicado recursos por casi 312,000 millones de pesos, con presupuestos anuales que variaron desde 40,000 millones en el primer año, hasta 27,000 millones en su punto más bajo, registrado en el 2007. Para el 2009, los recursos asignados al IPAB en el Presupuesto de Egresos de la Federación fueron de 30,687 millones de pesos. El monto para 2010 no lo tengo, pero en base a las cifras mencionadas puede estar en el orden de otros 30,000millones de pesos y en unos pocos días podremos saber cuanto le asigna el presupuesto federal del 2011.

No le quiero amargar el día, pero tengo que decirle que eso no es todo. Así que cito textualmente un comentario de Roberto Gonzalez Amador del periódico La Jornada: “la administración del presidente Felipe Calderón Hinojosa alcanzó el récord de incrementar el saldo de la deuda interna del gobierno federal a un ritmo de poco más de mil millones de pesos diarios, incluidos fines de semanas y feriados, de acuerdo con información oficial. La suma de la deuda interna del gobierno federal y la emitida por el IPAB llegó al empezar este mes a 3 billones 536 mil 230 millones de pesos, cuando al comienzo del gobierno era de 2 billones 407 mil 846 millones de pesos. El monto que alcanzaron ambos pasivos es comparable al presupuesto federal aprobado la madrugada del martes por la Cámara de Diputados para 2010, que suma 3 billones 176 mil 332 millones de pesos, el más alto en la historia del país”.

Después de estos números, que más le puedo decir: que a nuestro atraso ya tradicional en educación, salud, vivienda e infraestructura, lo básico de cualquier nación, se atrasará aún más y que como no es de la competencia del sector privado, entonces las esperanzas para tener un desarrollo realista, están prácticamente canceladas para varias generaciones. Y luego dicen que las pensiones, retrasan el desarrollo. Sin embargo, me pongo del lado de los optimistas cuando ven que al paso que vamos, todos acabaremos comiendo heces, porque los pesimistas aseguran que no alcanzará para todos.

Termino este relato, transcribiendo al ex-presidente del Colegio Nacional de Economistas, Arturo Salcido Beltrán, cuando escribe que “el FOBAPROA es el triunfo más grande de la corrupción oficial y privada en México. Nunca, ningún gobierno, ningún acto, representó mayor corrupción ni causó daño tan grande al pueblo de México”.

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