sábado, 13 de noviembre de 2010

IFE: Arma Poderosa con dos Filos

Desde hace algunos años he venido promoviendo la concepción de que la transparencia es una virtud superior a la de la honestidad. Durante el desempeño de mis actividades laborales, docentes o, incluso familiares, he constatado que la honestidad es una condición necesaria pero nunca suficiente para construir lazos indisolubles de confianza.

Muchas veces he visto como se han perdido relaciones de trabajo, de amistad o de familia a pesar de tratarse de personas honestas y prevaleciendo la buena fe. Alguna vez habremos escuchado que una persona perdió dinero debido a los malos manejos de su socio y, al mismo tiempo, hemos sabido que el afectado expresa su pesar por la pérdida y sin embargo asegura que su socio no ocasionó el menoscabo de manera intencional. Es más, se han llegado a escuchar comentarios por parte del afectado diciendo que pondría las manos al fuego para avalar la honestidad de su socio, que ya no haría más negocios con él, pero que habría que echar la culpa del quebranto a la impericia y no al dolo.

Aquí radica el corazón del problema. Para hacer las cosas bien no basta con ser honrado, también se debe ser eficaz y esta habilidad conlleva la exigencia de disponer de elementos que permitan actuar con transparencia, al margen de emotivos discursos, rasgadura del ropaje o justificación de errores. El IFE nacional requiere tres Consejeros y la H. Cámara de Diputados está entrampada y ¡ha pospuesto su elección!

El sentido común, tantas veces caído en descrédito, es un lenguaje no hablado, instintivo, que nos permite trasladar las vivencias personales al ámbito social. Hoy en día, nuestra sociedad, México, en una palabra, esta inmerso en un ambiente de desconfianza, inseguridad y desánimo y son pocas las cosas que se salvan y que pueden contribuir a la reconstrucción de la confianza.

La confianza nacional se nos ha escondido. La ciudadanía desconfía de casi todo, se vive sobresaltado pero se conserva la esperanza. El Pueblo, en general, no cree en sus autoridades; las palabras van por un lado y la economía por otro; el sistema electoral recibe el embate cotidiano de los partidos políticos por asegurar su control; la ciudadanía observa expectante una mutación de un Gobierno republicano a un Gobierno de partidos, es decir, de una Democracia a una Partidocracia.

Con todos los argumentos positivos y propositivos que hoy se vierten para convencer al ciudadano de que el país se recupera y va por mejor camino y que, incluso, se difunden cifras contundentes que avalan dicha mejora, lo que queda es una percepción popular, dígase lo que se diga, de que estamos mal y que mañana ¡estaremos peor! La confianza nacional se nos ha escondido.

Tenemos que retomar el proceso de la reconstrucción de la confianza, empezando por reconstruirnos en cada articulación del país. Una de ellas, de las varias que nos competen a los ciudadanos, es el sistema electoral, el IFE; en él tenemos una herramienta poderosa pero imperfecta, vital para la democracia pero tentadora para la manipulación, precisa para generar confianza, certeza y seguridad, pero cómplice para exculpar el fraude.

Por ello, es necesario, para multiplicar la confianza, deslindar las tareas de los organismos electorales de los poderes legislativos, en razón de que los integrantes de este poder, se nutren de los partidos políticos a quienes los ciudadanos-consejeros, mediante los Institutos Electorales, se obligan a sancionar.

Aún cuando se puedan fortalecer de la anterior manera los mecanismos para abonar en el aspecto de la transparencia, poco se podrá ganar en confianza social si no se incrementa la participación ciudadana en los procesos electorales, especialmente en los actos previos y en el cívico derecho, pero también obligación, de ejercer el voto.

La brújula política se ha extraviado y la confianza del pueblo se ha escondido. ¿Eso es una consecuencia de la democracia? ó ¿somos un país muy nuevo intentando construirla? Y ¿por esto es que los partidos políticos se están apropiando de los organismos electorales? La etimología de la palabra democracia le da un significado específico: el pueblo es el que gobierna. Un sistema democrático permite que el pueblo participe en los asuntos más importantes del país y decida el rumbo que deberán tomar los acontecimientos y esto aún no es así y no abona a la participación ciudadana.

Las campañas políticas no se están realizando con ética y, el electorado, expectante, esta en el medio de la tolvanera política expresando su indiferencia ante los siguientes eventos electorales, porque no creen que el ejercicio de su voto sea un instrumento de corrección y cambio. Obsérvese que la intención del voto decrece en tanto que el padrón electoral se incrementa, paradoja que se explica por efecto de las campañas publicitarias y porque la credencial del IFE tiene una utilidad práctica e inmediata, ya que se ha convertido en un medio de identificación superior a cualquier otro, como puede ser una licencia de manejo, una credencial del trabajo o el pasaporte.

¿Que nos queda como ciudadanos? Nos queda hacer del sistema electoral una revisión profunda, sin pausa pero sin prisa, sin revanchas ni pasivos, solidaria e incluyente, respetuosa y ciudadana y, a partir de ahí, perfeccionar una sociedad democrática que desemboque, justamente, en un país mejor, con más oportunidades y con más deseos de vivirlo. Para ello es necesario que el IFE trabaje sobre algunos de los puntos que ya mencioné y que, a manera de resumen, a continuación propongo:

1. Fundamentar la transparencia electoral en la elección por la vecindad de los integrantes de cada casilla y no por una designación oficial.

2. Instituir permanentemente la participación ciudadana a nivel de comunidad o manzana, con independencia de los eventos electorales.

3. Regular los compromisos de los candidatos establecidos con la ciudadanía, durante las campañas electorales y señalar su cumplimiento o incumplimiento.

4. Registrar el número de personas afiliadas a cada partido y cotejarlas con las reportadas a la Secretaría de Gobernación.

5. Establecer la auto-renovación de sus Consejeros Propietarios y Suplentes de manera autónoma, sin injerencia de ninguna otra autoridad o Poder Constitucional.

Mis puntos de vista sobre la cuestión electoral, no son otros que los recogidos en las pláticas espontáneas con vecinos, amigos, trabajadores como el plomero, el carpintero o el taxista y el inefable taquero. Todos ellos enriquecen con su sabiduría mis conceptos sobre la política y la convivencia social y me demuestran, cotidianamente, que tenemos hambre de un país mejor, más justo, más seguro y menos pobre.

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