sábado, 22 de enero de 2011

Educación o Condena Económica

Antes de iniciar el tema de la educación, permítame hacer hincapié sobre la situación en Haití: se estima en un millón de personas los damnificados que viven en la calle. ¿Será muy difícil que 100 países hospeden a 10,000 haitianos cada uno, por uno o dos años, hasta que les reconstruyan sus casas? Roma va a hospedar a un millón de visitantes con motivo de la beatificación de Paulo VI o, como magia, cualquier país que organice una Copa del Mundo, en dos patadas genera capacidad para hospedar a 300 o 400 mil visitantes con apoyo de sus gobiernos. De ser posible lo anterior no habría cólera, ni hambre, ni promiscuidad, ni violaciones, ni asaltos. Ojalá.

Sin una educación de calidad estamos condenados a vivir en la pobreza. Nunca he reseñado un libro o una película. Pero hay casos, que por sus consecuencias sociales e impacto en la generación de bienestar económico para todo un pueblo, resulta indispensable recomendarlo, promoverlo, difundirlo a los cuatro vientos, meterlo como tema de plática con los amigos, en el café, en las escuelas, en el club, en el trabajo, vamos, ¡en los sindicatos y en los cursos para estudiar la Biblia!, entre otros muchos lugares.

Se trata del libro, de reciente publicación del periodista argentino Andrés Oppenheimer, titulado ¡Basta de historias! (DEBATE, Octubre, 2010, México, DF). Fundamentalmente se sustenta en un análisis de la correlación entre el bienestar económico y la educación de calidad. Léalo, por favor, usted hará suyas las ideas vertidas en ese libro y empujará a favor de que nuestros hijos reciban una educación de calidad, tal como ha sido y sigue siendo por muchas décadas, el anhelo legítimo de todo mexicano.

Estamos, como sociedad, atados a los mitos más arraigados a nuestra conciencia colectiva. No sabemos porque somos pobres en tanto que Japón y Suiza son ricos y no tienen ni de lejos los recursos naturales que nos abundan; porqué Nueva Zelandia y Australia que son países más jóvenes (unos 150 años) son mucho más ricos que nosotros; ¿porqué Singapur que es un país pequeñito y hasta hace muy poco era pobre y atrasado, hoy tiene un ingreso por habitante (8° lugar) superior al de los EE.UU mientras que el nuestro (82 avo. puesto) arrastra la cobija de la pobreza?; y ni decir que somos muy tontejos y flojotes, porque los estudiantes mexicanos y los trabajadores que emigran al extranjero destacan en esos lares por su inteligencia, capacidad de trabajo y responsabilidad. ¿Cuál es la mentira? ¡Pues que somos un pueblo conquistado y sometido con un tremendo complejo de inferioridad que aún no podemos superar!

Concediendo sin aceptar, como dicen los abogados, algo ha de haber de cierto en ello, en la medida que la mirada oficial de nuestros gobiernos, principales universidades e investigadores, entre otros pensadores con influencia nacional, están profusamente dirigidas hacia el pasado, hacia la búsqueda de los hechos claves que viertan luz sobre nuestra mexicanidad, en tanto que los países que he mencionado, emplean la mayor parte de su energía humana, en prepararse para enfrentar los retos que depara el futuro y la lucha, por demás ferozmente competitiva, en una economía mundial cada vez más globalizada. Para México y la mayor parte de América Latina, esta retro visión equivale a navegar sin levantar el ancla.

Como ejemplo de lo anterior, Oppenheimer destaca lo ocurrido en la Cumbre de la Américas 2009, llevada a cabo en Trinidad y Tobago. El 17 de abril de ese año, Cristina Kirchner, Presidenta de Argentina, utilizó su tiempo de 10 minutos en exponer un repaso histórico en el que sugería que la culpa del atraso de América Latina era de los gringos. A continuación, el compañero Daniel Ortega, con su habitual falta de respeto por el tiempo de los demás, se lanzó durante 52 minutos a relatar las injerencias de USA en América Latina y el Caribe, desde principios de los años 1800. Cerró el día, el político de moda, Barak Obama, quien en solo 8 minutos reconoció lo malo que había hecho su país como también las cosas buenas, precisando que había llegado el momento de hacer a un lado (que no es lo mismo que olvidar, ya que las cosas por sabidas se callan pero por calladas se olvidan), los debates sobre el pasado y concentrarse en el futuro. Textualmente dijo: “No he venido aquí para debatir el pasado. He venido aquí a lidiar con el futuro”.

En mucho tiempo, estimado Lector, no he sabido de otra oportunidad tan grande para que nuestros gobiernos se sienten a negociar con los primos y plantearles objetivos concretos que conduzcan a eliminar la pobreza y, al mismo tiempo, mejorar la calidad de vida, que no es la misma cosa. Hay mucho por hacer y tiene que ser rápido, para insertarnos como Continente en la economía global. Solos, aislados y peleándonos, la competencia de los asiáticos y otros bloques económicos, nos van a hacer pedazos y más pobres.

Vea usted: el sector manufacturero de México, que ha sido tradicionalmente uno de los grandes motores de su crecimiento, ha sido materialmente arrasado por la industria china. En el año 2000, China exportaba unos 200 de los 500 productos que México colocaba en los Estados Unidos; cinco años después, China ya exportaba 500 de esos mismos productos a USA (p. 56) y muchos más al propio México. Resultado: China le ha comido el pastel a México y eso que somos vecinos. Siga usted viendo: si en el aspecto económico nos están aislando, en el educativo, solitos nos aislamos. Mientras que China e India tienden alfombra roja a las universidades extranjeras para que abran sucursales en sus países y compitan con sus propias universidades, en la mayoría de los países latinoamericanos ponen todo tipo de trabas para que dichas universidades no puedan instalarse y expedir títulos en su territorio (p. 43). Y aunque usted no lo crea, China comunista tiene más de 170 universidades extranjeras autorizadas para expedir diplomas válidos en el país. India tiene 61 universidades extranjeras en su territorio, 23 son de Gran Bretaña y 15 de los Estados Unidos. Asombroso, ¿no?

¿Cómo se puede explicar el rezago económico que tiene nuestro país, sin abonarse en el análisis marxista de la lucha de clases y la acumulación originaria? ¿Que pasó desde 1750 en que todos los americanos eran más o menos iguales, es decir, pobres y México instauró la primera universidad en América Latina que, además, es más antigua que la de Harvard?

¿Qué hicimos mal? Porque si de dominación y sometimiento se trata, pues, caray, también Nueva Zelanda y Singapur fueron sometidos y hoy están entre los países más ricos del mundo.

Terminaré esta primera entrega sobre el tema de la educación, transcribiendo las declaraciones del premio Nobel, Oscar Arias, citado en el libro ¡Basta de historias!: Arias se pregunta, ¿qué hicimos mal? Y se responde: “Entre otras cosas relegar la educación, ya que el promedio de educación de AL es de apenas 7 años, el índice de recaudación impositiva es uno de los más bajos del mundo y gasta la absurda cifra de 50,000 millones de dólares al año en armas y otros gastos militares (p. 42). ¿Quién es nuestro enemigo? … es la falta de educación. Es el analfabetismo” (p. 42 y 43). La próxima semana volveré sobre este tema y revisaremos que están haciendo en China, Finlandia y la India.

Columnista

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