sábado, 27 de marzo de 2010

¿Tienes el Valor o te Vale? ¡Me Vale!

Hay un anuncio que circula en varios medios de comunicación que reza más o menos así: “Tienes el Valor o te vale”. Y hay otro de incipiente circulación que estoy escribiendo ahorita mismo y que dice: “Tengo el valor para decir: ¡me vale!”. Y no digo madre porque esa si que vale y mucho.

Y es que al parecer todo se vale, ya que los sistemas de dominación y de control sobre las mayorías, se han apoderado del medio más moderno de comunicación electrónica que es el Internet. Y cuando menciono mayorías, aunque parezca una paradoja, incluyo en ellas a muchas que, en la suma de sus pasivos, tienen el común denominador de que han estado jodidas por los siglos de los siglos y aún hoy las siguen hostigando.

Y lo tengo que decir porque los en apariencia inocentes mensajes que arriban por Internet, se lanzan fuera de contexto y, en buena medida, han sustituido a los ya casi nostálgicos sermones dominicales. Antes, cuando no existía el Internet, los únicos mensajes conductuales nos llegaban en vivo, a cada quien en su parroquia y en el confesionario de su preferencia, al cabo que Dios está en todas partes. Estos mensajes o sermones, por lo común apuntaban en el sentido de que debemos ser buena onda, poner la otra mejilla, ofrecer al cielo nuestros sufrimientos, hambre y enfermedades, perdonar a nuestros enemigos y a los malos patrones y congratularnos de que nuestro sufrimiento en la tierra será el pago por lo que en el cielo gozaremos.

Esa era y sigue siendo la mejor oferta y la verdad no esta mal, ya que de lo perdido, lo que aparezca. Sin embargo, hoy en día el sermoneo se ha intensificado y ya son más los laicos que los párrocos los que predican el amor y la paz con uno mismo, superando así al discurso anterior que exhortaba el amor y paz hacia los semejantes. El argumento es reiterativo y usted como yo, prácticamente estará harto de que le lleguen mensajes, un día sí y otro también, en que le cuestionan cosas como estas: ¿cómo puedes amar a tus semejantes si no te amas a ti mismo? ¿Cómo puedes desear los vacuos productos que miras en la tele si antes no disfrutas de tu entorno, de la luna, de las flores, de los atardeceres y de compartir tu salario mínimo ayudando al teletón? Y, seguramente, también leerá que las verdaderas maravillas de la vida ¡son gratis! y que todo lo que de verdad e intensamente usted se proponga, lo podrá lograr. Date cuenta –nos reclaman como tonteándonos- ¡El éxito eres tu! ¡El éxito está en ti!
No niego que algunos escritos son muy buenos y que buscan la superación personal, pero aseguro y repito, que la mayoría están fuera de contexto y que tienen, paradójicamente, un sentido conformista y que para darle autoridad y credibilidad a muchos de esos mensajes que circulan por las redes electrónicas sociales, citan como referencia a personajes que forman parte del acervo histórico del genio humano o a celebridades más modernas cuya característica visible es el éxito popular y económico, si no es que se apoyan en pensadores con nombres exóticos de lejanas tierras y controversiales doctrinas y que son, han sido y serán, por tanto, garbanzos de a libra.

Pues planteado lo anterior, digo entonces, ¡me vale! Porque no puedo aceptar ejemplos que son producto de esfuerzos y circunstancias individuales. Yo quiero ejemplos de pueblos enteros que suman sus fuerzas y talentos para producir riqueza y que ésta se reparta con justicia y solidaridad. Tampoco puedo aceptar y ya alguien lo ha dicho, leyes iguales para personas desiguales.

Así es que, otra vez, ¡me vale!, pero no voy a festejar mensajes como: “El más rico es el que menos necesita”; “Mi felicidad no se basa en bienes materiales”; “Vivo en armonía con mi trabajo diario”; “Trabajo con todo mi esfuerzo para ganar el cariño de mi familia y el respeto mis amigos”; y así por el estilo, aunque todas estas bellas, universales y hermosas expresiones, que invitan a la reflexión, al amor, al compromiso individual para forjar una Patria grande y poderosa, sean rubricadas por grandes personajes.

Por último, también he leído por Internet, que todo lo bueno y lo malo está en mí y que todo lo que yo quiera lo puedo lograr: que si lo puedo ver, lo puedo tener. También he leído –y usted también- que no sufra ni cargue historias de penas, pues el pasado ya pasó (y yo ni me dí cuenta), que el futuro no existe (y yo ya estoy viendo venir la joda de mañana), que solo tenemos este momento y por lo tanto, hoy es el mejor día para empezar de nuevo. Y no me niegue querido lector, que no lo ponen a temblar con las amenazas que suelen llegar al final de algunos mensajes, porque pobre de aquel que rompa la cadena de Internet, lo mandan al averno atascado de maldiciones.

Pues bien, vuelvo a reiterar con todo y amenazas, que los espirituales mensajes que circulan por la red de Internet, ¡me valen!, porque no se pueden disfrutar las cosas bellas de la vida, aunque sean gratis, si se tiene a los hijos con la panza vacía, con los ojos saltones y nuestro corazón estrujado.

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