sábado, 8 de mayo de 2010

La Ley Arizona: Una Buena Ley

La solidaridad en el mundo avanza con pasos muy cortos, donde avanza. En muchas regiones no se mueve y, en otras, que debieran ser ejemplo, retrocede a pasos de gigante, como es el caso reciente con la ahora denominada Ley Arizona, promulgada por Jan Brewer, Gobernadora del Estado del mismo nombre, de la Unión Americana, cuya costumbre es apropiarse de todo, nombres genéricos, tierras, productos, ganancias, etc.

La Ley en cuestión obliga, en esencia, a la policía local a hacer cumplir en el Estado leyes del ámbito federal, a sancionar a quienes protejan o ayuden a los indocumentados, así como a los que les extiendan un contrato de trabajo. La persona que sea detenida por este delito será encarcelada y posteriormente deportada. Si se da el caso de que el deportado tenga hijos nacidos en los Estados Unidos, éstos no podrán abandonar el país, por lo que, adicionalmente, las familias que enfrenten esta situación, a todas luces injusta por inhumana, sufrirán la pena de la separación.

Desde luego esta Ley es caldo de cultivo sazonado con ingredientes explosivos que datan de muchas decenas de años como la compleja vecindad fronteriza México-USA, la apropiación de territorio mexicano a partir de la intervención armada de los Estados Unidos a México (1848) con su vergonzoso Tratado Guadalupe-Hidalgo, el racismo anglo-sajón, la venta de La Mesilla por Santana (1853), el odio contra nuestros compatriotas que buscan un trabajo, el contrabando de mercancías y armas y, más recientemente, el avance del narcotráfico con sus oleadas de secuestros y asesinatos.

Dicha mezcla de problemas que genera una historia de infortunios, a veces olvidada pero siempre presente, por fuerza desemboca en un fenómeno social, económico y político, que de ninguna manera puede ser tratado unilateralmente con todo y que las naciones son soberanas en sus decisiones internas. En todo hay excepciones y esta es una de ellas porque existen poderosas e históricas razones para que cesen los agravios a los mexicanos.

El Tratado, por ejemplo, estipuló la protección de los derechos civiles y de propiedad de los 80 a 100 mil mexicanos que permanecieron en el nuevo territorio anexado y que representaban el 4% de la población de México. Sin embargo, cuando el senado estadounidense ratificó el Tratado, eliminó el Artículo 10, el cual garantizaba la protección de las concesiones de tierras dadas a los mexicanos por los gobiernos de España y de México. También debilitó el Artículo 9, el cual garantizaba los derechos de ciudadanía de los mismos.

Lo anterior, a su vez, provocó una atmósfera anti-mexicana que dio lugar a la violación de sus derechos civiles: en Texas, se les restringió el voto; en Nuevo México, fueron victimas de la violencia y en California, las autoridades aprobaron leyes contra ellos, algunas de las cuales se les conoció como Greaser Laws, o Leyes contra los Grasosos (grasoso siendo un término de desprecio). A fines del Siglo XIX, la mayoría de ellos perdieron sus tierras a través del despojo o del fraude.

Durante el Movimiento Chicano de los años 60, el líder de los derechos a la tierra de Nuevo México, Reyes López Tijerina y su grupo Alianza, invocaron el Tratado de Guadalupe Hidalgo en su lucha por recobrar las tierras que les fueron despojadas a los mexicanos de aquella época. En 1972, los Brown Berets, o Gorras Café, una organización de jóvenes activistas latinos, también invocaron el tratado cuando se apoderaron temporalmente de la Isla Catalina. (The Border).

Si recordar la historia nos ofende, pensar que por buscar trabajo en nuestra propia tierra (Arizona, La Mesilla) podemos terminar en la cárcel, no tiene nombre. ¿Qué nos impulsa a emigrar aún sin papeles? Pues mire: solo el PIB (Producto Interno Bruto) de Arizona equivale a la cuarta parte del de todo México; su territorio es un 20% mayor que el de Chihuahua, nuestra entidad más grande; su población total es apenas el 6% de la de nuestro país, unos 6.5 millones de habitantes; y para que no quepa duda, a cada habitante de Arizona le tocan 49,971 dólares al año contra 6,894 que recibe en promedio cada mexicano. Esta es la razón más poderosa que nos impulsa a emigrar: ¡basta con cruzar la frontera que está tan cerquita para que uno encuentre un trabajo siete veces mejor pagado que en México!

En el encabezado dimos a entender que se trata de una “buena Ley” y ello es así porque ha propiciado que en todo el mundo se recobre el interés, la necesidad y la urgencia de que el Congreso de los Estados Unidos realice la tan esperada reforma a Ley de Inmigración y da pie a que el Presidente Obama, quien ha criticado con sarcasmo la Ley Arizona, empuje a los Congresistas. Eso es bueno, particularmente si se considera que solamente en Arizona viven cerca de 400 mil mexicanos indocumentados.

Por otra parte, también decimos que es una “buena Ley”, porque desnuda el fondo de los verdaderos intereses de las clases dominantes de los Estados Unidos, que a través de esta Norma muestran con monumental cinismo el desprecio a quienes con su trabajo, mal pagado por cierto porque son “ilegales”, contribuyen a su riqueza, olvidando, entre muchas otras cosas, que la nación estadounidense creció sobre la base del despojo de tierras y se labró con el concurso de millones de inmigrantes que poblaron ese país por la buena y por la mala.

Ahora resulta que justifican la promulgación de la Ley Arizona basados en que su seguridad se ve amenazada; que responde a “una crisis que nosotros no creamos” (Brewer); que los ilegales han presionado el aumento de población a 600,000 habitantes en menos de 5 años; que los transgresores, mexicanos sobre todo, han asesinado a granjeros y empresarios muy estimados en la sociedad de Arizona. Las estadísticas criminales muestran otra cosa: de 2005 a 2008 los crímenes violentos disminuyeron en más de 1500 casos; los robos y delitos “menores” en el mismo lapso, pasaron de 287 mil a 279 mil; el número de detenciones registró un pico de 600 mil individuos en el año 2000, en tanto que para el 2009 dicho número disminuyó a 241,000. Es decir, el ambiente de seguridad ha mejorado. El que ha empeorado es John McCain.

El rechazo mundial a la Ley Arizona, demuestra lo evidente, que las fronteras sólo sirven para dividir. La existencia de fronteras es un absurdo más de nuestro mundo “civilizado”. Si se abren las fronteras la gente va a ir como siempre a los Estados Unidos y si no encuentra lo que busca se regresara a su pueblo. No porque se abran las puertas se va a vaciar México o Guatemala o Colombia, lo mismo que no por haber libre tránsito entre los estados mexicanos, se ha vaciado Yucatán o Tlaxcala y se han ido todos a Monterrey o al DF en busca de chamba. Las cosas no son así. Construyamos puentes, rompamos los muros que no están hechos de piedra si no de odios. Cae el Muro de Berlín y se levanta el de Arizona.

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