sábado, 15 de mayo de 2010

TLC-CEE: Retrocesos a la Integración Regional

El Tratado de Libre Comercio (TLC), es un proyecto de integración multiregional entre Estados Unidos, Canadá y México, posterior al proyecto de la Comunidad Económica Europea (CEE), que al día de hoy la integran 27 países. Sin embargo, mientras los ciudadanos de la euro-comunidad pueden transitar libremente de un país miembro a otro ya que no requieren pasaporte, realizan sus transacciones con una misma moneda y fluyen capitales de los países ricos para apoyar proyectos de desarrollo en los países más atrasados, aquí, en el TLC, las cosas ocurren al contrario. Sin embargo, en ambos modelos de integración, se registran hoy en día hechos que apuntan más a retrocesos que avances.

En el caso del TLC, los capitales no fluyen a México (que es el único país atrasado), si no es para negocios con altos réditos y objetivos atados o para obtener utilidades extraordinarias en sectores estratégicos para las conveniencias del capital de nuestros “socios” o para recibir capital “golondrino”, meramente especulativo atraído por las altas tasas de interés; cada país sigue conservando su moneda y por lo tanto el tipo de cambio sigue siendo un elemento de especulación y desestabilización económica; y, finalmente, entre otras muchas inconveniencias del TLC, no solo no se ha dado un libre flujo de ciudadanos entre los 3 países, si no que para el caso de la frontera con los Estados Unidos nos siguen construyendo un muro en la línea divisoria y, en el caso de Canadá donde no se requería visa para ingresar a dicha nación, ahora nos la han impuesto de manera unilateral atendiendo a su muy real gana y soberanía por supuesto, pero desoyendo el espíritu de lo que significa la integración.

Apenas a 15 años de que México ingresó al primer mundo por la puerta falsa del TLC, lo que vemos es, en general, un duro resultado para nuestra economía. Hagamos una odiosa comparación para darle alguna dimensión a esto que digo que vemos. ¿Se acuerda usted de cuando el dólar valía 12.50 pesos mexicanos y la inflación en México iba a la par de la de los Estados Unidos? Eso fue en 1970 durante el último año de gobierno de Gustavo Díaz Ordaz. Pocos años después dichos índices de inflación se fueron diferenciando, dicen que por la política de Luis Echeverría de “Justicia Social” porque el crecimiento económico no llegaba a los pobres. Bajo ese principio se dio vuelo al gasto público y en 1976, después de 22 años con un tipo de cambio a 12.50, el Gobierno inauguró un largo período perturbador con ciclos empobrecedores de inflación-devaluación-inflación.

Bueno, pues vamos a amarrar algunos cabos tomando como base el año de 1970 y, a partir de ahí, comparemos en términos reales el valor del poder adquisitivo de nuestro dinero en la etapa del TLC. En ese año de 1970, el tipo de cambio estaba en 12.50, como ya dijimos y el salario mínimo en 181 pesos reales; en 1994, año de inicio del TLC, el tipo de cambio se fue a $5,320 pesos por un dólar y el salario mínimo cayó a $73.96; actualmente, tenemos un registro en términos reales de $13,043 por dólar y un salario mínimo, también real, ¡de $54.80! Si quiere otro dato, ya no para sentir lo duro si no lo tupido, ¡el precio de la tortilla ha subido 1,043% en estos últimos 15 años! Más o menos de 1.15 a 12.00 pesos el kilo de 1994 al 2010. Hay quien me dice que es por falta de creatividad, porque en Madrid, sólo por citar un ejemplo, compra la tortilla de maíz importada de México, a 16 o 17 euros el kilo.
Haga usted sus cuentas y quizás se anime y hasta se convierta en exportador. ¿Por qué no se habrán dado cuenta nuestros nixtamaleros de esta gran oportunidad que brinda el comercio exterior? Sube el dólar a las nubes y baja el peso a los infiernos. Balancín peligroso. Ironías aparte, no cabe duda de que abundan las evidencias para decir que las albricias son dudosas y las nodrizas ciertas. El TLC no solo es ofensivo para nosotros en lo económico si no en lo moral. A más de 15 años de la formalización del TLC, nuestro país es más pobre, más dependiente y más ofendido. A los muros de concreto les montan púas como las de la Ley Arizona. ¿No podremos prescindir del TLC o al menos renegociarlo?

Por otro lado, cuando todo parecía que la nave de la CEE desplegaba sus velas a plenitud, un viento huracanado que se origina en Grecia, un pequeño pero admirado país de la Comunidad, le abre una inesperada vía de agua que a punto la puso de zozobrar; activó en el puente de mando una cadena de alarmas y, lo peor, es que puso ante nosotros un espejo de lo que pronto nos puede ocurrir, sin deberla ni temerla, aunque voceros de BANXICO aseguren que la fortaleza de la economía mexicana puede sortear ese y otros vientos.

En este rincón del mundo no podemos entender como pudo el gobierno de Atenas ocultar, con la
colaboración de Wall Street y la injerencia de su Ministerio de Finanzas, parte del endeudamiento heleno a la Unión Europea para cumplir con el Pacto de Estabilidad, que obliga a situar el déficit público por debajo del 2% del Producto Interno Bruto.

Ya no sabemos a quien creer. Las noticias nos sorprenden por inesperadas y de pronto como en un mal sueño se suceden en cascada las siguientes: el 12 de enero de este año, el Gobierno de Papandreou admite que
las cuentas públicas de 2008 y 2009 estaban mal. Grecia eleva su déficit de 2008 a un 7,7% del PIB desde el 5% comunicado en abril y hace lo mismo con el previsto para el 2009 al 12,7% del PIB, desde un 3,7% estimado antes. El mismo día que Atenas reconoce su abultado déficit, la Comisión Europea estudia poner bajo su supervisión directa al país por no entregar estadísticas correctas; el día 14 Grecia promete 'meter la tijera' a fondo para contener el déficit en 2012 por debajo del 3% del PIB; el 2 de febrero tras el Foro de Davos, el ministro de Finanzas griego, Giorgos Papaconstantinou, advierte de que España y Portugal serán los siguientes países golpeados por las dificultades para afrontar sus deudas; al día siguiente la Unión Europea pone bajo su supervisión las cuentas de Grecia; el día 4, se desencadenan la especulación y por temor a un contagio de la crisis griega, se provoca el mayor desplome del año de la Bolsa española. Y aún no salimos de la crisis inmobiliaria-bancaria provocada en USA.

El desenlace llevó a manifestaciones y muertes de empleados públicos y estudiantes. El gobierno aplicó medidas draconianas como bajar el sueldo de sus empleados, disminuir el pago de pensiones, aumentar impuestos a las empresas que más ganan, aumentar el IVA y el precio de los combustibles, el alcohol y el tabaco, entre otras, a cambio de 110,000 millones de euros que servirán principalmente para salvar a bancos alemanes y franceses atascados de bonos basura (así los calificó Standard & Poor’s) y, desde luego, endosar al pueblo una deuda sempiterna.

España tiene problemas, su déficit supera el 6%; Portugal va a la zaga y Angela Merkel puso a temblar a la CEE al declarar el 27 de abril que “no daré ni un céntimo” para el rescate de Grecia. Al final apoyó fuerte. Era eso o expulsar a los países insolventes de la CEE y, como lo veo, ese paso solo sería el principio de la desintegración regional de Europa. Y nosotros inermes, indefensos, sumergidos en la impotencia nacional, nomás “milando”.

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