Pues bien, ha terminado una competencia más de futbol. La selección española sobrevivió al vergonzoso juego del equipo de tai-kwan-do holandés, apretó los dientes, alzó la mano y se llevó la copa del mundial 2010 jugado en Sudáfrica. Por suerte nos ha tocado mezclarnos con el pueblo del equipo ganador, observar y sentir de cerca sus emociones, la euforia que produce ser los campeones y el grito de superioridad que emerge de reconocerse los mejores del mundo. Cierto, eso es algo que nadie les puede regatear y yo, en lo particular, me congratulo de su éxito y felicidad colectiva. También es cierto que un certamen de esta naturaleza nos deja grandes enseñanzas.
No tengo cifras para demostrarlo, pero el ambiente me dice que el futbol es el deporte que más aficionados a captado en los últimos 50 años. Su crecimiento ha sido espectacular, es un juego que se practica popularmente en cualquier rincón del planeta y por ello sus incidencias ocupan grandes espacios en los medios de comunicación. La razón fundamental de su explosivo desarrollo se puede deber a que es un deporte con reglas sencillas, muy barato en cuanto a sus accesorios básicos y que se puede practicar en cualquier sitio. Por ejemplo, es seguro que usted como yo, ha visto a niños y jóvenes de zonas depauperadas, jugar con una pelota confeccionada a base de cartón y trapo, sin zapatos y en la calle o en un terreno pedregoso, haciendo toda suerte de malabares y derroche de alegrías.
En cuestiones de futbol soy un villamelón, como dicen los españoles refiriéndose a los aficionados neófitos a la fiesta de los toros, pero también tengo ojos para ver y fibras para sentir y veo cosas que se salen de cualquier proporción, otras que me animan comparándolas con México y, por último, siento otras que rebasan la manipulación y propaganda política a niveles de los regímenes más fascistas que la historia nos cuenta.
Como explicar que todo un pueblo de pronto encuentre un factor de unión e identidad en algo tan efímero y virtual como un evento deportivo y que en ello aflore su nacionalidad y sentido de patria y no en una competencia de carácter social como podría ser eliminar el desempleo en tanto propósito de nación y solidaridad con 4 millones y medio en paro que hoy se registra en España o, un torneo económico que permita alcanzar un cierto grado de productividad y, por supuesto, promocionado por
Como explicar que toda una nación pueda dar cuenta del santo y seña de cada uno de los 23 jugadores de la selección de España más su director técnico y nadie o casi nadie sepa los nombres de los soldaos españoles que, eso si, se juegan la vida de verdad en Afganistán, por ejemplo, y que nadie divulgue el record de más afganos abatidos por soldado seleccionado español; nada se dice del equipo que tiene el mayor record de combates ganados; tampoco se destaca quien es el mejor comandante técnico de esa combativa liga ;
Como explicar también que un `pueblo se identifique con un grupo de mercenarios deportistas a los que, en descargo de ellos diremos que no es su culpa, ya que así funcionan nuestras economías de mercado y que son personas con las que nunca han tenido un trato personal, que ignoran a sus admiradores en los casos en que coinciden en la calle, que son gente que juega por dinero y no por honor y que si bien es cierto que quieren ganar la copa para su país, también es verdad, sin rascarle mucho, que lo que se proponen es hacer un extraordinario papel que les permita obtener generosos y en ocasiones absurdos contratos con enormes sumas de dólares que los convierte no en hombres millonarios, si no en magnates, como Cristiano Ronaldo. Como se le puede pedir a este jóven que exponga el físico o que se parta la madre por su patria si ni vive en ella, si ya no tiene hambre de nada (poderoso caballero es Don Dinero) y porque si lo dieran de baja con tanto dinero que ya tiene pues se compra su propio equipo. Así, ¿cuál es la prisa para correr o entrenar o sacrificarse? ¿Cuál la de responder por el aplauso y la sincera admiración de un público ingenuo y muchas veces conocedor y enamorado de su deporte como son todos los públicos?
Y, por último, como explicar que columnistas profesionales se contagien del fervor popular y no puedan evitar caer en la demagogia, en la desproporción de lo logrado contra lo soñado, en la alabanza incontenible y el elogio desmesurado que incomoda a quien lo recibe. Casi al azar, apreciado lector, transcribiré algunos ejemplos de lo que digo, tomados de la prensa española:
1. Lucía Méndez: “Llegar a la final es una gesta y, como tal, supone un suspiro para los españoles en medio de la peor crisis. No es que nos vayamos a olvidar de los 4 millones y medio de parados,
2. Eduardo Mendicutti: “
No hay comentarios:
Publicar un comentario