sábado, 24 de julio de 2010

Al Pueblo pan y futbol (Parte II)

3. Jesús Alcaide: “Porque este juego necesita que gane España, que la belleza del toque se imponga a los malos, que son casi todos los demás. Los que solo pueden vivir a la defensiva para evitar el ahogamiento ante el tsunami que provocan los malabaristas con el escudo de España y la bandera de un estilo inimitable y hermoso. Como lo hace la Selección Española solo esta al alcance de los elegidos. Alemania aplastó a Inglaterra y a Argentina pero una cosa es jugar ante equipos normales y otra medirse frente a frente con un grupo de extraterrestres. La pelota ama a España y quiere ser conquistada por la Roja”.

4. Angel Cappa: “He conocido la felicidad. España pasa a la historia con mayúsculas. Para mi España, sin importar el resultado del último partido, ya es campeón”.

Con el debido respeto a tan prestigiados columnistas, considero que a los españoles no les falta nada de los valores que aquí se reclaman; que por alagar a la Selección no es necesario compararla con la Reina; que el futbol en vez de unir, desune, porque siendo extraterrestres mirarán sobre el hombro a todos los bárbaros terrícolas y, el colmo, España que ha sido protagonista de la historia, ahora si, ¡coño por fin! (encabezado de otra columna cuyo autor no retuve), ¡España hace historia con mayúsculas! ¡Hágame el fabrón cavor! Si no se es el equipo ganador, entonces no se ven las virtudes mencionadas, y todos los otros 31 equipos que se prepararon igual, se regresaron a su pueblo sin que se les aprecien dichas virtudes ni sean un buen ejemplo. Esta es la cara del mundo actual, no se vale perder y ya no importa competir, solamente se vale ganar, ganar y ganar.

Pero entre tanto convencionalismo, hay algo que me conserva la esperanza de que el equipo mexicano algún día obtenga mejores resultados y podamos tener un equipo campeón. No un país campeón, que quede claro, porque además hay mucha gente a la que no le importa en lo más mínimo las aventuras de la verde. Físicamente, el equipo de México se parece al de España, en promedio son de baja estatura y complexión menuda, en especial si se compara con la corpulencia de los panzer alemanes o los tulipanes holandeses o los empeñosos africanos.

Durante toda mi vida de villamelón he creído que ni sumando el aliento de 100 millones de mexicanos, la bendición del Cardenal Rivera con todo y refuerzos Guadalupanos, el apoyo político y estratégico de la triple alianza PRI-PAN-PRD (bajo el agua por supuesto), un equipo mexicano le podría ganar a un alemán o a un inglés, pero después de la faena que los menudos españoles le endilgaron a los atlantes alemanes y la que el mismo equipo mexicano le acomodó a Italia previo al mundial, reverdece mi esperanza y ahora creo que si podemos ganar un mundial. Dirán que ya estoy calentando el Brasil 2014, y dirán bien, solo que esta vez, hagámoslo sin nacionalismos, sin triunfalismos previos, sin desencantos ante el embate de las televisoras, sin himno ni bandera (estos símbolos son para cosas serias y trascendentes), apoyemos al equipo con el objetivo de divertirnos todos, con la sencillez de que solo es un juego y, a lo mejor, hasta la copa nos traemos y ya tendríamos algo de valor para empeñar

Entre toda esta fenomelogía del futbol fomentada por la comunicación instantánea a nivel mundial y una competencia impía entre las empresas cuyos productos se asocian al deporte, así como muchas otras no deportivas pero que aprovechan la audiencia excepcional de este mega evento, destacan dos cosas:

1. Una enorme cantidad de material para plantear tesis y postulados que conduzcan a la investigación en el campo de la sicología y a profundizar en el inconsciente colectivo del que no se escapan ni los intelectuales, ni la realeza, ni los políticos, ni los curas, ni los impotentes, ni los gays, ni las tortis, ni la madre Ada, ni los pesimistas, ni las chicas malas y menos las buenas y, por supuesto, ni el que esto escribe porque mucho me emociona cuando la anémica Selección de México gana un juego aunque sea en la CONCACAF.

2. El triunfo de España dio pie a que aflore lo que de suyo esta a flor de piel, una España unida, única e indivisible, desde hace al menos 500 años y florece precisamente ahora que ante el país, por intereses políticos, se abre un abismo separatista entre España y Cataluña en el que se avanza hacia la búsqueda de un régimen federal integrado, créalo usted, por naciones y no por entidades federativas como es el sistema en México o en Estados Unidos.

Parece incomprensible ante los ojos ajenos al estilo de vida del pueblo español, al enterarse con algo más de detalle que por lo menos hay cinco provincias autonómicas que propugnan por usar su propia lengua de manera oficial , por ejemplo el catalán en vez del español, así como otras facultades de tipo administrativo y presupuestal. Asombra también que sus autoridades expresaran en entrevistas públicas que no les interesaba la suerte de la Selección de España, lo mismo que desconcierta que evitaran hacer ostentación del himno y bandera de España en Barcelona, también por citar un ejemplo.

El caso es que al ganar el campeonato mundial de futbol, la gente explotó en todo el país aflorando de manera espontánea el verdadero sentimiento nacionalista, de tal manera que en toda la nación, incluidas las entidades autonómicas, se colgó la bandera española desde los balcones de casas y oficinas y se cantó a todo pulmón y en todas partes el estribillo: “Soy español, español, español”.

Con todas las reservas del mundo y el respeto a la soberanía de los pueblos, parece una contradicción descomunal que en estos tiempos de globalización donde se vislumbra un mundo sin fronteras, mismas que sólo sirven para dividir y restringir la fuerza de la unidad y cooperación entre las naciones, un país de tamaño medio como España, esté enfrascado en la vía de subdividirse y hacerse así más pequeños, más vulnerables y más débiles económicamente.

Pero esta contradicción parece ser la tendencia de Europa como ya se ha visto en la reestructura geopolítica de la URSS, de la división de Checoeslovaquia y Yugoeslavia y la barbarie que resurgió en la guerra de los Balcanes. Todo esto pasa en la región más civilizada del mundo. A este paso, pronto estaremos haciendo una alianza en la Península de Yucatán para formar un nuevo país.

En tiempos de los emperadores romanos se decía “pan y circo” para tener al pueblo contento y gobernable. A tantísimos años de distancia del Circo Romano, pareciera que las cosas siguen igual, como la política del gatopardo, cambiar para no cambiar y por ello viene a cuento lo de al pueblo pan y futbol. Pero, ojo: nos falta el pan.

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