sábado, 23 de abril de 2011

La Talacha Electoral

El IFE, después de varios meses trabajando sin tres de sus Consejeros, sigue esperando que la H. Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, haga los nombramientos correspondientes que debió de finiquitar desde el 30 de octubre pasado. Recientemente los Institutos Electorales de Quintana Roo y Baja California Sur, han pasado no exentos de conflictos su prueba para elegir Gobernador y, por su parte, el Instituto Electoral de Querétaro (IEQ) aún no sale del embrollo en que lo han metido los Legisladores del Congreso Estatal, con motivo de la renovación de su Consejo Electoral. El caso es que con problemas o no, pareciera que los Institutos Electorales tienden a especializarse en la talacha electoral, es decir, en organizar solamente las actividades operativas del proceso de elecciones hasta el punto en que el elector deposita su voto. Casi para todo lo demás dependen de los políticos en turno quienes imponen tiempos y reglas a su conveniencia, peleándose el control de los Institutos Electorales porque la madeja legal así los condiciona.

¿Y los ciudadanos? Hasta ahora, como el chinito, nomás “milando”. Por otra parte, observe usted, estimado Lector, el siguiente carrusel, otra fuente de grandes discordias: los Institutos Electorales son autónomos (?), sin embargo, su presupuesto va incluido en el presupuesto que el Ejecutivo turna a la Cámara de Diputados para su eventual aprobación; posteriormente, los Institutos Electorales (léase el arbitro electoral), distribuyen parte de su presupuesto entre los Partidos Políticos para financiar las campañas de sus candidatos a Gobernador, Diputados, etc., amén de ejercer la facultad de levantar la mano al ganador de cada elección. Estando así dispuesto el funcionamiento de la maquinaria electoral, ¿qué de malo tiene que el Gobernador y los Diputados se afanen por tener el control del árbitro? Yo, lo haría. Trataré de abundar sobre esta idea con el siguiente ejemplo:

Supongamos que usted participa en un concurso donde dispone de 5 minutos para sacar monedas de plata (o de oro, da igual, solo es un ejemplo) de un arcón. Que tiene usted otros tres competidores que a su vez disponen de 3, 2 y 1 minuto respectivamente y usted va de primero. Usted va a extraer para su provecho toda la plata que sea posible y no se va a detener, en ningún momento, a pensar en que mejor le para a fin de dejar algo a los competidores que le siguen. Pues así funciona nuestra “democracia” electoral. Así está la Ley y por tanto no hay nada malo en que los Diputados de un determinado Partido, si las circunstancias se lo permiten, quieran imponer a todos los Consejeros del Instituto, quieran quedarse con toda la lana de las campañas y quieran una Ley Electoral que los favorezca plenamente; también querrán tener una entidad electoral meramente operativa no autónoma y, en pocas palabras, tratarán de quedarse con el carro completo. Como ningún Partido confía en el otro, no hay confianza en el árbitro, pues, entonces no se ha podido nombrar nuevos Consejeros. Más claro ni el agua del Tlacote.

Bueno, pues entonces también esta claro que se debe de reformar la Ley Electoral, pero no como quieren los Poderes del Estado a través de sus diversos órganos de gobierno, si no como los ciudadanos lo necesitan para hacer valer a plenitud el humilde ejercicio del voto que, siendo todo lo que se tiene en una sociedad democrática, se vuelve una facultad muy poderosa si se hace valer más allá de usarla para elegir a un representante político que, con ánimo conciliador, si acaso representa a una minoría ciudadana. Pero también debe quedar claro que, como en el caso de nuestro concurso del arcón con monedas de plata, no tiene caso pedirles a los que van adelante, al primer o segundo concursante, que dejen algunas monedas para los fregados que siguen; como tampoco se puede pedir y mucho menos esperar, que en las iniciativas de reformas presentadas por el Ejecutivo o los Legisladores, rezaguen sus intereses para darle paso a los de los ciudadanos. No tiene sentido. Yo no lo haría. Por lo tanto, se tiene que cambiar la Ley. Una Ley Electoral hecha por ciudadanos, para los ciudadanos, entendidos estos como personas ajenas a los Partidos Políticos, a las funciones públicas y a los cargos de representación popular.

¿Que sigue? Avanzar en la organización ciudadana empezando por instaurar un Consejo Ciudadano; elaborar una reforma electoral con la participación del propio IEQ, hecho que ya esta en marcha; fortalecer al IEQ como un organismo verdaderamente autónomo, de los Ciudadanos y para los Ciudadanos, ajeno a cualquier Poder Constitucional, relevando a los diputados de esta responsabilidad que solo les provoca conflictos y una voracidad natural por tener al árbitro de su parte; garantizar que el poder del Ciudadano radica en el poder del voto, anulando el que solo se exprese por trienios o sexenios que es cuando el Ciudadano revive y se vuelve visible para los candidatos de los partidos políticos; que sea un poder permanente que de fe no solo de los resultados de las elecciones, sino que lo faculte para exigir cuentas, en cualquier momento, a sus representantes; garantizar la igualdad de oportunidades para ser elegido Consejero Electoral; garantizar igualdad de evaluaciones por parte del órgano calificador; en fin, por aquí debe de ir la Reforma Electoral la cual, seguramente será enriquecida con su participación ciudadana evitando así, que los Institutos Electorales sean solamente los talleres de la talacha electoral.

Columnista










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