sábado, 14 de mayo de 2011

Marcha de Cuernavaca: ¿qué sigue?

La marcha por la paz llegó al zócalo del DF el domingo pasado y, al frente del Palacio Nacional, hicieron uso de la palabra más de 70 personas que, una a una, expusieron su historia de dolor y muerte y, en muchos casos, trágico deambular en búsqueda de un ser querido desaparecido. Esas historias no son personales, son de todos nosotros, de todos los que vivimos en este país. La marcha abrió un espacio de expresión a los que no tienen voz ni nombre famoso. Se leyó, uno por uno, el nombre de cada joven inocente caído en esta guerra a los que los marchistas respondían: ¡no debió morir! Arremetieron contra la partidocracia que pasa sobre los intereses de los ciudadanos en su lucha por el poder y exigieron a los partidos políticos una limpia de sus elementos señalados por actos de corrupción o nexos con el narcotráfico. La exaltación de los oradores, dramática y espontánea, nos toco el corazón y exhibió la burda y actuada exaltación de un grupo de 7 aspirantes panistas, ante miembros de su partido, a presidir esta nación. Los líderes frenaron en la plancha del zócalo a la multitud que de manera espontánea coreaba “¡Fuera Calderón!” e igualmente atajaron el coro de ¡Fuera!, ¡Fuera!, cuando Sicilia pidió la renuncia de Genaro García Luna como prueba de que el Presidente escucha la voz del pueblo. 

Los líderes de la marcha expusieron que su movimiento no es político, sino por la recuperación de la paz y la seguridad ciudadana. La verdad es que en los 6 puntos con varios incisos cada uno, que contienen las demandas de su Pacto Nacional, se aprecia otra cosa. Piden de todo y responsabilizan a la “clase” política de lo que está ocurriendo; fijan plazos de cumplimiento y plantean una resistencia civil cuyo primer paso se asocia a boicotear las elecciones. Desde luego, esto es un planteamiento político y es, también, consecuencia de la pérdida de representación de los gobernantes y del surgimiento de esquemas electorales como las candidaturas ciudadanas que los manifestantes celebraron con gran entusiasmo. La frecuencia y dimensión de las manifestaciones públicas aumentan en la medida que los gobernantes pierden representatividad. 

Que sigue después de la marcha de Cuernavaca. Pues que el Presidente ejecutara de inmediato el mandato del pueblo. Así lo establece la Constitución, el poder último reside en el pueblo. Sin embargo no es algo que se pueda realizar de manera tan sencilla como pronta. El nudo ya está muy enredado. Veamos:

1.Los líderes de los movimientos por la paz, expresan el dolor que el combate a la delincuencia organizada a provocado y exigen, entre otras cosas, que el ejército salga de las calles y regrese a los cuarteles.

2.El titular del Ejecutivo federal advirtió “… que en la lucha anticrimen hay quienes de buena o mala fe, quisieran ver a las tropas retroceder, a las instituciones bajar la guardia y dar el paso a las gavillas de criminales, lo cual no va a ocurrir. Porque tenemos la razón, tenemos la ley y tenemos la fuerza: vamos a ganar”. 

3.En otras palabras, las fuerzas de la sociedad están encontradas con un gobierno empecinado en que no hay otro camino para resolver el tema de la inseguridad. Así las cosas, se puede resumir la posición del gobierno con la idea inaceptable de que “el fuego se combate con fuego” y ni un paso atrás, ni para tomar impulso, como alguna vez dijeron los líderes de la revolución cubana. Esta posición se corrobora con lo dicho por Sicilia quién aseguró que “… lo declarado por el Presidente Calderón, confirma que el mandatario no ha entendido que es un "¡Ya basta!" contra los criminales y también contra el Gobierno, porque ha sido omiso y no ha cumplido con su papel de brindar seguridad y justicia social”.

4.La madeja está muy enredada. El tema de las drogas podría dejar de ser una acción criminal si se legalizaran, con lo cual pasaría entonces a ser, en su caso, un problema de salud pública que no se combate con balas si no con cápsulas y no se interroga a base de torturas si no de terapias sicológicas; los apoyos “colaterales” dejarían de ser los panteones, las cárceles y los ministerios públicos para trasladarse al ámbito de cada familia, de los centros de salud y de los ministerios religiosos.

5.Al nudo actual no se le ven ni las puntas. Servicios de inteligencia de los Estados Unidos advierten que en México hay grupos organizados que suman más de 15,000 bandoleros y todos sofisticadamente armados y por ello no solo se convierten en un peligro para la paz pública si no para la estabilidad de las Instituciones y forma de gobierno.

6.El enredo ya es un cáncer extendido. Pero aún se puede frenar su avance. Sin embargo, mire usted, estimado Lector: si se controlara a corto plazo el problema de las drogas, muy probablemente se agudizaría, merced a una banda de 15,000 asaltantes organizados, el número de secuestros, robos, ataques, intimidaciones colectivas, venta de protección a negocios y personas y cuanta actividad gansteril se les pueda ocurrir, incluyendo el soborno generalizado y la captación de autoridades a cualquier nivel de gobierno. 

7.Bueno, pues juzgue usted, ante esta perspectiva no se ve posible que el Ejecutivo Federal retire por ahora al Ejército de las calles. Sería casi como ceder el territorio nacional al capricho de las bandas organizadas y no organizadas. La policía ha sido rebasada en el nivel actual de enfrentamiento. ¿De quién más se puede echar mano si no del Ejército? Es la última instancia defensiva que nos queda en tanto se reorganiza la estrategia de combate a la delincuencia. ¿Que pasaría en el país, si justamente el día de mañana regresa el Ejército a sus cuarteles? Violento, ineficaz, con “daños colaterales” y todo lo que se diga en contra de la fuerza militar con respecto a combatir la delincuencia, no tenemos hoy, otra fuerza más efectiva para defendernos. No hay otra salida. Ya se complicó el enredo. 

Después de la marcha de Cuernavaca y por lo que resta de este sexenio, lo que sigue es incertidumbre con esperanza y diálogo de la sociedad afectada con los gobernantes para desbloquear las posiciones enfrentadas y avocarse, como una sola fuerza, a la búsqueda de soluciones alternativas para erradicar al enemigo común: la delincuencia, organizada o no.

“El hombre muere tantas veces como pierde a cada uno de los suyos” (Publio Siro).

carlosricalde@elquintanarroense.com

Columnista

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