sábado, 1 de octubre de 2011

Luto Taurino

El domingo pasado cayó literalmente el telón de la fiesta brava en Barcelona, capital de la provincia autonómica de Cataluña que, junto con el País Vasco, constituyen el frente más obcecado del separatismo en España. Una Ley votada en el Parlament ganó por apretada decisión que nunca más se vuelvan a realizar corridas de toros en Cataluña, apoyando así una larga demanda de los grupos ecologistas y de los que defienden a los animales del abuso y tormento a que son sometidos durante cada festejo taurino.

Fueron dos días de toros, ambos con un gran cartel. El del sábado 24 de septiembre lo lidiaron Julián López, el Juli, José María Manzanares y Morante de la Puebla, con toros de Núñez del Cuvillo. Cartelazo. Los tres espadas fueron sacados a hombros, parte por sus destacadas actuaciones y parte por la nostalgia de que nunca más los aficionados harán lo mismo. El domingo, se lapidó la Monumental de Barcelona con otro gran cartel en el que se lidiaron bureles de El Pilar, para una tercia de luces en la que sobresalía el diestro del momento, José Tomás, el de los pases al límite del aguante pasándose al toro ceñido a la cintura con los pies literalmente sembrados en la arena. Los alternantes fueron Juan Mora y Serafín Marín, catalán este último, producto del patio, a quien le toco en suerte matar al último toro de una plaza que está por cumplir 100 años de construida y una tradición, cultura dicen unos, que data de más de 300 años. Mencionar a Tomás trae a la memoria anécdotas de viejos tiempos que los mayores contaban con torera seriedad y simpático desenfado, decían: “Hoy torea Chamaco y otros dos”. Se llamaba Antonio Borrero, oriundo de Huelva, cerca de Sevilla y le apodaban “Chamaco” por su aspecto mexicano. Cuando cayó muerto el último toro de la Monumental, también cayó Serafín hincando la rodilla y apretando un puño de arena al tiempo que por la cara se le escurrían abundantes lágrimas de coraje y sentimiento.

Pues eso es la fiesta de los toros: sentimiento. Con un lleno a reventar, el festejo del domingo a ratos parecía velorio, invadido el público de una sensación de frustración y desaliento y malestar porque les quitan algo con lo que han crecido, vivido y creído de corazón. La fiesta debe morir solita, no por decreto; cuando la gente deje de ir se acabará y punto. A mi me gustan los toros y no soy vaca; al mismo tiempo me incomoda una sensación de barbarie y circo romano. Pero en esencia eso es la fiesta de los toros, un sentimiento encontrado e inexplicable. Porque no puedo dejar de advertir y reconocer el tormento a que es sometido un toro y por ello escondo mi vergüenza al estar en un ruedo; pero tampoco me puedo explicar porqué, como es el caso de José Tomas, el hombre se juega la vida ante un astado que pesa alrededor de 500 kilos, ni porque yo me vuelvo parte de esa emoción alucinante como si estuviera parado en su lugar y, desde luego, menos como entender como un pase de muleta o una verónica en el que se funden toro y torero, que dura un par de segundos, imprime en la mente del espectador un estampa que provoca la rendición espontánea, que se convierte en una obra de arte y que dura en su recuerdo toda la vida.

Pues Barcelona se queda sin corridas de toros. El crítico Paco March lo resume dando un “parte de guerra: cautivo y desarmado el ejército de la cultura, la libertad, el arte y las emociones; las tropas del cinismo, la manipulación y la intolerancia han conseguido su gran objetivo: la Fiesta ha terminado (en Catalunya y de momento, claro)”. Pero el público que durante el desarrollo de la lidia se la pasó gritando ¡libertad! ¡libertad!, seguramente iniciará de inmediato las acciones de resistencia. Lo estaremos viendo. Y también estaremos viendo que el fondo del asunto es político y que el gobierno catalán está midiendo fuerzas con el resto de España para demostrar quién manda y que es real su autonomía e independencia en la toma de decisiones trascendentes. Al abolir las corridas de toros, los nacionalistas catalanes atacan un símbolo de la españolidad, un golpe a los huevos, que manda un contundente mensaje a un debilitado gobierno central, socialista por más señas (PSOE) y que desde hoy apuesto a que no ganará las elecciones presidenciales del próximo 20 de noviembre. Igual que le pasará al PAN en México en 2012. Estos hechos dejan al menos una enseñanza: en España gobierna un partido de izquierda, mientras en México lo hace uno de derecha y ninguno de los dos repetirá, por lo tanto al pueblo parece no importarle el signo del gobernante, si no que haga bien su trabajo. Por lo pronto, podría parecer exagerado, pero ni pizca me extrañaría que España pudiera acabar como Checoeslovaquia o Yugoeslavia, dividida en dos o más países. Mientras tanto, retomando el tema del toro en una ajustada chicuelina, los aficionados catalanes tendrán que acudir a las corridas de toros en alguna de la treintena de plazas que funcionan en la frontera dentro del territorio francés, como antaño lo hicieron bajo la cerrazón del régimen franquista, en la que los españoles, para enterarse como era el mundo al otro lado de los Pirineos, tenían que saltarse la frontera buscando la mejor fraternidad y libertad francesa. ¡Increíble pero cierto!

TROPEZON
Cuando Carlos Loret de Mola entrevistó a Kalimba, se mostró duro e incisivo. Ahora, el tropiezo que ha tenido el tocayo con la traviesa Laura G, hace, casi seguro, que el inquieto cantante quisiera, hoy mismo, estarlo entrevistando. Ni modo, debe ser muy duro poseer simpatía y popularidad, cuando las hormonas revolotean y aún despliegan grandes alas. Aunque de esta noticia me enteré muy tarde, de todas formas no es un tropezón para el olvido.

Madrid, Septiembre del 2011






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