sábado, 27 de febrero de 2010

Cumbre de la Unidad

Cumbres van y cumbres vienen, Los cerros crecen y las montañas se achaparran y la unidad latinoamericana y del caribe no deja de ser un mal sueño pero sí un buen propósito. Salvo que la memoria me falle, lo cual no sería nada raro, esta junta celebrada en Playa del Carmen, México, inicia con un título innovador que divide, no une: “Cumbre de la Unidad Latinoamericana y del Caribe”. ¿Porqué separar el Caribe si todo al sur del Río Bravo es Latinoamérica o Iberoamérica? Si van a hacer distingos podría ser menos obvios para separar a los caribeños denominando la junta algo así como “Cumbre de la Unidad México, Centro, Sudamericana y del Caribe”. Por lo pronto no hay alguien que se adjudique dicho atentado.

Por otra parte, el Presidente de México, expuso en su bien articulado discurso, teniendo buen cuidado en todo momento de citar a los más destacados e históricos personajes de América como Bolívar, San Martín, Neruda, Martí y Juárez, entre otros, para apuntalar que la unión latinoamericana no es cuestión de derechas ni de izquierdas si no de sentido común para fortalecer a nuestros pueblos frente a la amenaza permanente de los países desarrollados.

El caso es que de un plumazo descartó la importancia de la cuestión ideológica en este proceso de unidad que, precisamente, es uno de los obstáculos mayores que sufrimos como pueblos hermanos para crecer como una unidad regional. Y si no, bastaría con observar a los Presidentes de Latinoamérica para concluir que, si no de manera individual, al menos por bloques, cada uno tendría una forma distinta de cómo debe ser dicha integración y no cederían ni un ápice en favor de otro. Y ahí quedaron a la vista los discursos, los enfoques y los pleitos: en una esquina Chávez, Evo, Correa y Ortega, por ejemplo; en la otra esquina Calderón, Cristina, Uribe y Bachelet y en el medio Lula buscando equilibrios cargando el peso específico de Brasil a ratos por un lado, a ratos por el otro. ¿Y Castro donde queda? Desde luego, en rig-side, los muchos otros países de la región haciendo lobby para crear nuevas figuras asociativas. El resto del mundo, espectadores del gran evento, muertos de la risa viendo como Chávez y Uribe casi se liaban a golpes en el centro de la Cumbre de la Unidad.

Mientras los gobernantes se obstinen en no llamar a las cosas por su nombre, en tender cortinas de humo con patrióticos discursos, en buscar el protagonismo que los catapulte a las alturas de Simón Bolívar, la unidad latinoamericana es una utopía. Pues este es el gran problema, esos señores nunca van a ponerse de acuerdo y mucho menos cuando, atrás de ellos, en sus respectivos países, influyen sus grupos de poder que jalan agua para su molino y solo ven en la integración de América Latina una oportunidad de expandir sus negocios.

Habrá que conciliar los intereses de los hombres de negocio y de los pueblos, que no son los mismos. Habrá que negociar los protagonismos de nuestros modernos Bolívar, Juárez o San Martín, y por ahí se abrirán rayos de luz para avanzar en la urgente e impostergable unidad de América Latina: todos tendrán que sacrificar intereses personales anteponiendo el bien común y la grandeza de la región y, sobre todo, aceptando que lo más importante ya está hecho: nuestros pueblos están unidos, nos queremos, estamos identificados, cuando vamos a otro país de la región nos reciben con alegría y afecto, de la misma manera que recibimos a los que vienen de los otros pueblos hermanos, y somos la inmensa mayoría. Los poquitos que constituyen los grupos gobernante y empresarial, son los que tienen las diferencias de que habló Calderón y de que deben tratarse con respeto, pero son los que no nos dejan unirnos.

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