sábado, 2 de octubre de 2010

“Impensable la Victoria sin Violencia”. FCH

Como dice la canción: “… y mientras más lo bañaba, más negro que se ponía”. Es tanto lo que se escucha sobre la inseguridad en que vivimos, que me puse a investigar un poco acerca de ello, de su impacto en la sociedad y de la confrontación que el gobierno ha emprendido para devolver la paz a las familias mexicanas, que antaño era un valor natural como el aire y que ahora es un objetivo de vida.

Desayunando en el Sanborn’s de Insurgentes con Av. De la Paz, que conserva su ambiente de los años postrevolucionarios, con dos apreciados amigos, uno de ellos, Antonio, discursó sobre una tesis que en cierta forma justifica el combate frontal que el actual gobierno federal ha emprendido en contra del crimen organizado y el narcotráfico.

Decía que por mucho tiempo los delincuentes mexicanos auxiliaban a los proveedores de droga de otros países a introducirla a los EE. UU., gran consumidor final y pasaban prácticamente desapercibidos porque en México no se tenía un mercado alternativo. Con el tiempo, la producción ha crecido tanto que a los narcotraficantes mexicanos les pagan con el mismo producto, o sea, con droga y todo tipo de estupefacientes.

Ahora si, señores, ha trabajar se ha dicho. Con el producto en la mano no queda otro camino que desarrollar redes de distribución, reclutar vendedores, adquirir almacenes y medios de transporte. En pocas palabras, crear un amplio mercado mexicano consumidor de drogas. El conflicto aparece cuando las diferentes organizaciones delictivas luchan entre sí para ganar una mayor parte de ese mercado y, como es un producto prohibido, cuando lo escalan buscando la protección de diversos niveles de autoridad, mediante el soborno y las amenazas que van desde el miedo hasta la muerte.

Para proteger las porciones del mercado ganado, las diversas bandas necesitan, además de la protección de algunas autoridades que se corrompen durante este proceso, de armas, muchas armas y de alto poder, a fin de crear sus propios cuerpos de seguridad y defensa de sus ilegítimos intereses. Y hete aquí que se desarrolla un nuevo negocio con nuestros vivales primos que le venden todo tipo de armas y calibres a sus compinches mexicanos. Dicen que en el último pedido de armamentos, solicitaron urgentemente una bomba atómica para borrar el “michoacanazo”; los gringos no la quieren surtir porque si la revientan en Juárez les toca a ellos. Como están las cosas ya nadie se confía en el otro. Se perdió el honor. Y también la forma tradicional de combatir a las antiguas bandas.

En el fondo, es que las nuevas organizaciones delictivas, en su afán por controlar mercados y mantener el poder, se enfrentan a bazukazos unas con otras, sin reparar en los “daños colaterales” (frase acuñada por el Presidente de la República) que ocasionan a la población, dejando en sus prácticas comerciales un reguero de destrucción y muerte de seres inocentes, por lo que el gobierno se obliga a actuar de manera inmediata con igual violencia.

Usted, apreciado Lector, que opina. La tesis tiene sentido pero también muchas aristas que se deben integrar al tema y replantearse a la sociedad. El Presidente Calderón declaró hace algunos días, el 25 de agosto para mayor precisión, que “esta guerra no es mía, si no de toda la sociedad”. En este mismo sentido, la sociedad le contesta que no debe seguir enfrentando al enemigo con la estrategia que actualmente emplea y que lo hace sin haber consultado a la misma. Si es de todos, pues a discutir entre todos lo que se debe de hacer.

¿Cual debe ser la mejor estrategia para enfrentar un problema nacional que va más allá de los balazos a mansalva en la vía pública? ¿Cómo enfrentar los “daños colaterales? Enlistemos algunos como ejemplo:

1. La droga es un negociazo de miles de millones de dólares para las bandas mexicanas que superan en organización, movilidad y armamento a la mayoría de las policías estatales y municipales las que, por si fuera poco, en muchos casos no pueden intervenir por ser delitos de orden federal, es decir, ¡no son de su competencia! Además, su consumo está prohibido en los EE.UU, el mayor consumidor de estupefacientes.

2. La exportación de armas es un negociazo de miles de millones de dólares para los gansters de Norteamérica que, por cierto, su consumo es legal en los estados unidos. A usted y a mi, sin mayor trámite, nos pueden vender una bazuka. Pasarla a Nopalandia debe ser muy fácil, además de que nos hace cliente distinguido.

3. El porcentaje de delitos federales sobre el total de delitos cometidos, según cifras oficiales, es sumamente bajo, menos del 8% y, comparado contra el total de población, es insignificante ya que apenas representa el 0.0012%. O sea, nada. Sin embargo, la percepción de la población y el miedo con el que se vive, se aprecia por todo el país. Solamente fíjese usted en la cantidad de negocios modestos que operan enrejados, la cantidad de calles que se han cerrado en múltiples colonias, el uso de localizadores satelitales, las innumerables bardas adornadas con alambres de púas, cercas electrificadas y bayonetas en los muros que por doquier se muestran, sólo porque el gobierno es incapaz de garantizar la seguridad de sus habitantes ante los ataques provenientes, ya sea del narco o del delincuente común.

4. El fenómeno del miedo se extiende y a río revuelto se meten los delincuentes colados que por teléfono asaltan a sus víctimas haciéndoles creer que tienen a un familiar secuestrado o que les harán algún daño si no cooperan con “donativos” para la banda o el secuestro express o cualquier modalidad que aparece cada día.

5. El impacto económico negativo que el gasto por tener medidas individuales o empresariales de seguridad ocasionan al país. Se han publicado cálculos que van desde 1.2% del PIB según el Sr. Cordero, Secretario de Hacienda, hasta el 15% del PIB según el Banco de Desarrollo Interamericano (BID). Piense usted en este gasto absurdo que retira recursos de inversión a un país como el nuestro tan necesitado de crear nuevas fuentes de empleo. Dinero y protección parecen sinónimos.

6. La guerra de las bandas llega a nuestras casas favorecida por la crisis económica que nuestro gobierno es incapaz de solventar. Ríos de jóvenes desempleados son candidatos a ser reclutados por los narcotraficantes y, literalmente, se encuentran delimitados por la débil raya de encontrar un trabajo o sumarse a la delincuencia para sobrevivir.

Los decomisos de armas y drogas han roto cualquier record antecedente; las capturas de capos han sido espectaculares; los 15 mil muertos y 4 mil desparecidos en el sexenio es del mayor impacto, pero la violencia y los seis puntos mencionados no se frenan. Esto debe ser suficiente para replantear la estrategia de enfrentar el narcotráfico. Sin embargo, mientras en EE.UU. no se prohíba la venta de armas y se legalice el consumo de drogas y el Presidente de México no escuche a la ciudadanía aunque no se canse de decir que necesita el apoyo de todos, en nuestro horizonte seguirá habiendo violencia a rajatabla, sin dar ni pedir tregua, caiga quien caiga, culpables o inocentes. Y no puede ser de otra manera, ya que el mismo Presidente declaró el 24 de agosto pasado que “es impensable la victoria sin violencia”. ¡Que haya suerte!

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