sábado, 12 de febrero de 2011

Democracia a la Mexicana

Cuando el PRI cedió la silla presidencial ante el empuje de la ciudadanía, después de casi 70 años de estársela apropiando, se manifestó la voluntad de un pueblo en dos direcciones: demostrar que era posible que otro partido gobernara al país y evidenciar que no se tiene conciencia de clase o, por decir lo menos, que la mayoría del pueblo no conoce la ideología que sustenta el programa de cada partido.

Sin embargo, pese a lo anterior, quedó flotando la duda de que un pueblo de obreros, campesinos y burócratas decidiera desbarrancar al PRI y encarrilar al PAN (habiendo ya un partido de izquierda como el PRD), no por cuestiones ideológicas, si no simplemente porque ya estaba harto de soportar los excesos priistas y el PAN tenía muchos años y presencia en la oposición como no la tenía el PRD, relativamente más joven.

Para la siguiente elección electoral, con un PRI castigado, un PAN sin consolidarse como gobierno y un PRD pujante y arrollador, se presentó la gran oportunidad de que el pueblo eligiera, aún sin consideraciones ideológicas, a este último partido y lo llevara a gobernar a un México esperanzado. De haberse dado esa elección, considero que nuestro país estaría recibiendo una instrucción política completa y una enseñanza práctica que le permitiría llegar al 2012 con la evidencia de gobernabilidad y resultados correspondientes, en términos de bienestar y empleos alcanzados, por cada una de las tres principales fuerzas políticas. Así el pueblo, estaría mejor preparado para ejercer su voto.

No pasó nada. En el cambio del PRI al PAN, la propaganda del miedo dejó en el camino al PRD. Ese fantasma que recorría Europa, como lo describían Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, fue amplificado en México con las más modernas técnicas de difusión y comunicación. El numerito se repitió en la siguiente elección con el agravante de que el candidato del PRD sufrió arrebatos de soberbia al sentirse ganador, que bastaron para calificarlo como “un peligro para México” y que el pueblo, ahora ya sin sombra de duda, confirmara que no tiene conciencia de la ideología que sustenta cada partido y, de nueva cuenta, con un empujoncito del IFE y otro del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, llevó al PAN a un nuevo sexenio de gobierno.

¿Marca esta tendencia igual desenlace para el 2012? Creo que no. En estos 10 últimos años están cambiando las cosas. La falta de ideología y conciencia de clase y de partido en el pueblo, están cambiando el eje de gobernabilidad, rompiendo los viejos moldes de equilibrio en el poder al pasar de una estructura vertical, hegemónica, alineada a un hombre fuerte, a una estructura horizontal en la que el hombre fuerte lo deja de ser y su lugar es ocupado por un partido que, por si faltara algo, no gobierna solo, si no que lo hace con el apoyo alternado, según las circunstancias, de alguno de los partidos de oposición mayoritarios, sin importar su ideología. Este sistema que crea una nueva fórmula para gobernar, hasta donde la miopía me alcanza, es única en el mundo y, por tanto, adquirimos el derecho innovador de patentar una “Democracia a la Mexicana”.

Pero bueno, si el pueblo no tiene mucho conflicto con la ideología, los hombres que integran los partidos, que vienen del pueblo, pues, consecuentemente, tampoco tienen brete alguno con los principios ideológicos. Los Estatutos y Programas de los partidos resultan textos que sirven para adornar los discursos y arengas tanto en los recintos camarales como en los mítines que se dirigen fervorosamente a los ciudadanos para obtener su voto. Para eso sirven, no para jugarse la vida en defensa de los ideales del partido, ni para romperse la mandarina con el fin de lograr un beneficio para la sociedad. ¡Hacerse del poder sin importar el partido, es evidenciar que no importa la ideología!

Esta descomposición apresurada de los valores ideológicos de los aspirantes a un puesto popular, de la desvergüenza política y social de los partidos, de la fractura de por sí débil que guía a un líder respecto de los ideales y necesidades de un pueblo, ha significado una regresión para nuestro incipiente avance democrático, ya que los ciudadanos votan por una persona, motivados muchas veces por el impulso mediático sin importar si milita en un partido hoy y mañana en otro. Resultados: alianzas ética y moralmente inaceptables.

A mi modo de ver, el colmo del cinismo político de los partidos y sus candidatos, así como la ausencia de castigo por parte de los votantes, se ha expresado con toda su crudeza y con el penoso descaro de una farsa, en las recientes elecciones para gobernador en los Estados de Guerrero y Baja California Sur. En el primero, un militante del PRI, molesto porque su partido no lo eligió candidato, se pasó al PRD, se ¡alió con el PAN! y el pueblo lo eligió con generosa ventaja. Una semana después, en la segunda entidad, un militante del PRD, por idénticos motivos, traicionó, digo, renunció a su partido ¡se pasó al PAN! y el pueblo lo hizo gobernador con su voto. La vergüenza partidista, la verticalidad, honestidad y congruencia de un hombre ya no son valores, ya no tienen significado, ya nadie cree en nadie (es una tautología negativa, pero así es) y el pueblo vota por una imagen, la que se repita más veces en la tele, periódicos, carteles espectaculares y fotos colgadas en cada poste o farol de la calle. ¿Dónde quedó la bolita?

¿Qué dicen los voceros del partido que creían tener vía libre hacia Los Pinos en 2012, después del gran logro electoral que vivieron el año pasado? Peña Nieto dijo, respecto de Guerrero, que el pueblo votó por un priista, por tanto, queda una señal buena y un aprendizaje: que deben tener más cuidado al seleccionar a sus candidatos en función de las preferencias de los votantes; ¿qué dijo Beatriz?, que no perdieron en Baja California, dado que el margen fue muy estrecho, ¡más bien que no ganaron! A partir de estas declaraciones, no cabe duda que al fin se impondrá la política del tío Lolo. Mensaje: nadie la tiene segura para el 2012. Algunos muertos gozan de cabal salud; algunos vivos tienen un pie en la tumba; y algunos que están navegando con bandera de badajo, se pueden colar.

Los ciudadanos que queremos elecciones limpias y transparentes y partidos comprometidos, profesionales y confiables, tenemos que impulsar reformas profundas a la ley y procedimientos electorales. Hay muchas cosas por hacer, pero para ir entrando en materia, propongo una tercia de puntos: 1) quitar a los diputados la facultad de elegir a los Consejeros Electorales del IFE y de los Estados, ya que este es un organismo de transparencia ciudadana y por tanto debe estar en manos de un Consejo Ciudadano; 2) el militante que cambie de partido en periodo de selección de candidatos, precampaña o campaña, debe ser suspendido de sus derechos electorales al menos durante tres años, en tanto se educa en la ideología de su nuevo partido; 3) el candidato electo que se cambie o renuncie a su partido, deberá renunciar también al puesto que fue elegido. Basta de burlas al ciudadano que lo eligió estando en otro partido. Basta de marearnos y tomarnos el pelo. Basta de faltarnos al respeto, cuando traicionan los principios por los que pidieron el voto.

Columnista

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