domingo, 6 de febrero de 2011

El Futuro de la Educación en México

Hoy conmemoramos el día de la Constitución de 1917. Ya esta viejita y bastante maltratada. Pronto cumplirá 100 años y la siguen violando, en especial aquellos que son descendientes de los Constitucionalistas: Diputados, Senadores y Consejeros Electorales. Y para no hacer una larga relatoría de tales vejaciones, solo mencionaré como ejemplo el último ultraje del que tengo conocimiento: los Diputados de Querétaro eligieron a un nuevo Consejo Electoral sin contar con el número mínimo de votos que manda la Constitución. El caso está en manos del Tribunal Superior Electoral de la Federación (ni siquiera lo sé escribir correctamente de tan largo nombre que tiene) y, si falla a favor de los Diputados infractores, será una mancha más al expediente de impunidad en México.

Hoy es un buen día para reflexionar acerca de la estructura de la regla fundamental que nos gobierna y nos da sentido como nación. A casi 100 años de distancia la Carta Magna requiere de un proceso de reconstitución a fondo, el botox superficial que de cuando en cuando se le inyecta no es suficiente amén que la deforma. Y como soy de los primeros que plantean esta circunstancia, entonces pido mano y propongo que el tema de la educación sea el primero en recibir un hálito reconstituyente.

Por años, muchos años, hemos centrado nuestra atención en el crecimiento de la economía y eso ha desviado nuestros esfuerzos de fortalecer y desarrollar la cuestión básica de todo pueblo: lograr el más alto nivel de formación educativa. Nuestro razonamiento ha sido que si logramos un mayor crecimiento económico, entonces podremos obtener más y mejores empleos y con ello el ingreso familiar necesario para pagar todas las demás necesidades como una casa, sustento, entretenimiento y, entre otras cosas, educación y seguridad. ¿Cuál ha sido el resultado de esta forma de pensar? Un país que crece desequilibradamente, con una pequeña parte de la población muy rica y muy moderna contra un 80% que se debate en la pobreza.

En política, el orden de los factores si altera el producto. El sentido del quehacer nacional debe partir de poner a la educación como la plataforma que impulse el desarrollo y el bienestar económico de los mexicanos. Una educación masiva de excelencia nos llevará forzosamente a crear las fuentes de trabajo que corresponden a esa nueva oferta de trabajo y con ello vendrá un mayor crecimiento económico, mejores ingresos y en consecuencia el dinero necesario para comprar una casa, comer bien, salir de vacaciones, disfrutar de paz y seguridad, entre tantas cosas que nuestro pueblo demanda.

Sin embargo, aunque parezca obvio que es mejor seguir el curso de un río cuesta abajo en lugar de remontarlo, el gobierno por convencimiento propio no lo va a hacer, ya que sus prioridades en el manejo del presupuesto nacional son de carácter político electoral antes que económico popular. Hay que gastar, preferentemente en obras de relumbrón, faraónicas, que se vean de inmediato, ya que gastar en educación es algo que no se ve de manera tan obvia y cuya maduración puede llevar fácilmente de 10 a 20 años. Dicho de otra manera: la cuestión educativa como prioridad nacional, antes incluso que comer (estoy a punto de exagerar), tiene que ser una función ciudadana, algo que nosotros, empleados, empresarios, deportistas, artistas, periódistas, televisoras, policías, amas de casa, religiosos, campesinos, obreros, sindicatos y organismos no gubernamentales, entre otras tantas opciones ciudadanas que existen, tiene que ser, repito, una acción de los ciudadanos que obligue al gobierno a destinar los recursos presupuestales necesarios para garantizar, con una perspectiva de largo plazo, transexenal, el logro de una educación excelente, ajustada a la nueva realidad mundial y al legítimo derecho y aspiración que todo padre de familia tiene respecto de la educación que sus hijos reciben.

Citaré, para concluir esta primera exposición sobre la perspectiva de la educación, las recomendaciones que Andrés Oppenheimer relaciona en su multicitado libro ¡Basta de historias!, que una vez más le recomiendo que lo adopte como libro de cabecera, ya que en si mismas constituyen un programa nacional de educación y que él, sin mayores pretensiones, las titula como “Las 12 claves del progreso” (p. 381). El que esto firma las ha dejado en un decálogo mezclado con algunas ideas personales:

1. Ver hacia el futuro. Menos historia y más tecnología.

2. Formar organizaciones ciudadanas bajo un proyecto nacional de educación que lo convierta en una política de estado a fin de trascender la política de coyuntura de cada nuevo Presidente. Sugiero nombres al proyecto: “Educación y Desarrollo”, “México por la Educación” o “Estudiar para Ver” o mejor el que usted proponga.

3. Crear un PIB educativo así como tenemos un PIB económico. Algo así como un PNE (Producto Nacional Educativo), que nos mida de verdad.

4. Invertir muy fuerte en educación preescolar y básica. Después, ya no hay remedio, si los estudiantes llegan mal preparados a la Universidad, así salen.

5. Formar maestros altamente capacitados y comprometidos con el cuidado y la evolución de lo más valioso que tiene un pueblo: sus niños y sus jóvenes.

6. Elevar el estatus social y económico de los Maestros (para empezar siempre se deberá escribir la palabra Maestro, con mayúsculas) e invertir fuerte y permanentemente en su capacitación y superación académica.

7. Fomentar mediante todos los medios de comunicación habituales, una cultura familiar en pro de la educación. Enaltecer que todo sacrificio por educar a un mexicano, vale la pena.

8. Romper con el aislamiento educativo y con el prejuicio de que perderemos nuestra cultura y nuestros valores si se instalan en México Universidades Chinas (ya nos estamos tardando en aprender mandarín) o gringas o europeas, de todas maneras mucho de nuestra mexicanidad la estamos perdiendo con nuestra política, ahí si, de puertas abiertas a la televisión extranjera. Absurdo, ¿no?

9. Atraer inversiones hacia los campos de alta tecnología o tecnología de punta, de producción de bienes de capital. Ya esta bueno de máquinas para hacer tortillas o empacadoras de atún y confección de ropa. Hay que entrarle a cosas como la nanología, la medicina nuclear, la fibra de vidrio, la resonancia magnética nuclear, la síntesis de nuevos compuestos químicos, la química de substancias biológicas, la robótica, la ingeniería genética, la biotecnología, el proyecto genoma, el DNA, la clonación y tantas y tantas materias nuevas que circulan por el mundo mientras nosotros seguimos enseñando contabilidad, leyes y sicología a la mayor parte de nuestros estudiantes.

10. Aceptar el mundo como es e insertarnos en una educación internacional, sin prejuicios, profesional y comprometida con abrir lo mejor del mundo a lo mejor que tenemos: nuestra juventud. Pero, cuando hacerlo si aún festejamos que se contrate para la Selección Nacional de futbol a un entrenador extranjero y, sin embargo, contratar mediante una convocatoria internacional a otro extranjero para que sea Rector de la UNAM, nos parecería un disparate, una verdadera ofensa a nuestro sentido patrio.

Ni más que decir, así están las cosas y no avanzaremos si la ciudadanía no se organiza y actúa. México no aguanta ni más desigualdad ni más pobreza y la ignorancia nos hará esclavos, si no de los gringos o de los europeos, pues entonces de los chinos.

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carlosricalde@elquintanarroense.com

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