Abrí la ventana y al fin se derramó el recuerdo,
Era un recuerdo pesado, cargado de sentimiento,
Recuerdo que salió de mi casa siendo de día,
Dio vuelta a la esquina, como remolino y se fue.
Sentí mucho pesar, suspiros, nostalgia, tristeza,
Todo se llevó el vendaval, se lo llevó arrastrando,
Son muchos años cuya carga doblan la espalda
Y solo un viento rasante puede arrastrarlos.
Desdoblado te fui a buscar, a recordarte llena de risas
Y llena de miedo; a buscar tus ojos negros como la noche,
Sábanas de seda negra, pupilas de brillo intenso,
Y te vi, sí, cual te adiviné te vi, mi recuerdo te recuperó
Bella, como una rosa párvula y aromada que aún no abre,
Que llena de color, de luz, de vida, mi estrecha celda;
Y suplico al recuerdo que con esmerado fulgor te trajo,
Antes de que el dolor de tu distante espacio me quiebre:
¡Déjame rebautizar la rosa! ¡Déjame llamarle Imelda!
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