sábado, 19 de marzo de 2011

Energía Nuclear y Mutación Humana

Otra vez la amenaza de la energía nuclear toca a nuestra puerta y despereza miedos, impotencias y alertas del entendimiento. El desconocimiento de la ciencia física nos genera dudas que van desde curiosidades técnicas como saber en que consiste un proceso de fusión en el núcleo de una planta nuclear, acéptese la redundancia, hasta la invasión de dudas incuestionablemente terroríficas, como la mutación de la especie humana hacia engendros monstruosos y degradados. ¿Qué aspecto tendrán los nietos de los nietos de nuestros nietos? ¿El afán por mejorar las condiciones de vida del género humano, en la práctica acelera su destrucción? ¿Progreso significa retroceso? Porque tanto más espectaculares son los descubrimientos de la ciencia, tanto más son las consecuencias destructivas para la humanidad.

Las dudas sobre los beneficios reales del uso pacífico de la energía nuclear, nos asaltan individual y colectivamente cada cierto tiempo, en particular cuando se asocia a una desgracia; pero la experiencia acumulada en cuanto a sus pocos beneficios o muchos si fuera el caso, no compensan una sola de las miles y miles de muertes o de los sufrimientos de los incontables heridos y familiares que sobreviven a los “accidentes” ocurridos en la práctica. Para que ha servido el descubrimiento de la energía nuclear, ¿para reventar dos bombas atómicas a los pueblos japoneses de Hiroshima y Nagazaki?, Para poner en jaque a una vasta región conformada por Bielorusia, Ucrania y Rusia a partir de la desgracia de Chernóbil? ¿Para recrudecer los temores, hoy en día, de la población mundial por el lamentable suceso de la planta atómica de Fukushima? ¿O para su costosísima instalación y lucimiento de políticos en aras de ostentar liderazgos en “tecnologías de punta” que, en realidad, apenas aportan un precario 5% al consumo de energía mundial? Las fuentes de energía que hoy nos aportan calor, frío, luz o movimiento artificial, básicamente son hidráulicas y petrolíferas. Estas últimas son sucias y contaminantes y al tiempo deberán ser sustituidas pero no por energía nuclear que se considera limpia y no contaminante… ¡a menos que reviente un reactor!, si no por otras fuentes como la solar, eólica o mareas, antes de que las radiaciones nos alcancen.

El progreso compulsivo y a toda costa, sin medir consecuencias por obtener una ganancia, ya sea económica o política o estratégica, es muy cuestionable ante las evidencias negativas. Además de las radiaciones por accidentes nucleares, año con año la humanidad queda expuesta a los grandes desastres derivados del cambio climático y a una radiación solar, cada vez mayor, tan grave o más que la atómica, a causa del “progreso tecnológico” que está destruyendo la capa de ozono, paraguas crítico para la conservación de la vida en la tierra. Y algo más, el tsunami que arrasó con extensas áreas de Indonesia, Samoa y la India, entre otras naciones, no pasó de la pena mundial por las miles de vidas y bienes materiales que se perdieron, total, solo afectó áreas subdesarrolladas o muy pobres. Pero que tal el tsunami de ahora, que afectó la tecnología y símbolo de poder y riqueza de países desarrollados, simplemente mandó a la segunda fila las pérdidas de vida en Japón, como si no hubiera pasado nada, concentrándonos en la avería de Fukushima que a todo el mundo puso a temblar. ¿Para esto sirve el progreso? ¿Para olvidar las pérdidas humanas? Lo dicho: el capital no tiene corazón.

La evolución es el camino de la naturaleza para la perfección de todas las especies y en particular la humana. La mutación, como se está dando, es la sanción que recibe el hombre por alterar el curso de la naturaleza. Esta claro que no existe algo para siempre, todo tiene principio y final, excepto, quizás, el espacio y el tiempo, pero la tierra, la casa que vivimos, se deteriora muy rápidamente por la acción de la mano del hombre que no mide consecuencias.

La radiación no se ve ni se huele, pero sus efectos son destructivos. Despide al menos 60 contaminantes. De inmediato impactan con efecto dominó el yodo radioactivo que altera la tiroides y los genes; el estroncio 90 que destruye los huesos y el cesio que marchita la masa muscular. Todos afectan las defensas inmunológicas y exponen al organismo a sufrir afecciones de cáncer y otras patologías. Pero estas consecuencias de la radiación atómica, es solo lo que se muestra en la superficie, lo más grave de todo, lo apocalíptico, es que dichas radiaciones intervienen en el proceso de división celular provocando mutaciones en el ADN, pasándose estos cambios degenerativos de generación en generación por cientos o miles de años, según refieren los especialistas. Considere, estimado Lector, el siguiente ejemplo: los espermatozoides se regeneran cada 90 días, de modo que el que es afectado desaparece en dicho lapso, pero los óvulos permanecen todo el tiempo en los ovarios, por lo que si alguno es fecundado, resultará en una malformación.

Le dejo un dato para la reflexión: en México, país de 110 millones de habitantes, tenemos una planta nuclear (Laguna Verde, Veracruz) y 2 refinerías de petróleo, una en Salamanca, Guanajuato y otra en Coatzacoalcos, Veracruz. En Japón, país con 130 millones de habitantes, conté, en un mapa que obtuve por internet, en un área menor a 500 km. de largo por menos de 150 de ancho, ¡13 centrales nucleares y 25 refinerías petrolíferas! ¿Es ese el ejemplo de progreso económico que como país queremos tener?

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