sábado, 26 de marzo de 2011

Q. Roo: Gobernador a la vista

El Territorio de Quintana Roo fue constituido por obra y gracia del General Porfirio Díaz el 24 de noviembre de 1902 y en ese carácter transitó la vida de los quintanarroenses, alejados de todo y de todos, aislados pero felices y como no, si el paraíso era sólo de ellos. Yo vivía en Mérida y, en ocasiones, siendo adolecente, acompañaba a mi padre a su trabajo. Me fascinaba. Hoy en día cuando el recuerdo de los campos chicleros me atrapa, mi fascinación es aún mayor. Ese era el trabajo de mi padre, chiclero. Organizaba la producción de los campamentos de Kantunilkin, Solferino y Chiquilá. En aquellos años veníamos en un camión desde Mérida cargado de víveres para los hombres de los campamentos, literalmente sumergidos en la espesura de la selva durante todo el tiempo de la temporada de lluvias; pasando X-can el camión abandonaba la carretera asfáltica y se adentraba hacia Kantunilkin en un camino de terracería. En ese poblado se cargaba una tanda de víveres a lomo de mula y tomando el paso por estrechas veredas, a lomo de caballos, continuábamos el viaje hasta Solferino. En esta población se volvían a dividir los víveres y se trasladaban hacia Chiquilá a través de una vía de rieles donde un truck era tirado por mulas. Para quienes no lo sepan, el truck es una pequeña plataforma con ruedas de ferrocarril.

Los chicleros abrían en tajos diagonales los árboles de chicozapote provocando así el escurrimiento de la savia que era recogida en la base mediante una bolsa de cuero. El contenido de esas bolsas se vaciaba en peroles de gran tamaño para cocer la savia o sicte como era conocida, misma que posteriormente se vaciaba en contenedores de madera y al enfriarse se desprendía en bloques que, eran más grandes que un tabique pero menor a un block de los que son usuales en la construcción de una casa. Esta producción se embarcaba ya sea por Puerto Juárez o Puerto Morelos en barcos de cabotaje y trasladada hacia el Puerto de Progreso, en Yucatán, donde en barcos trasatlánticos era llevada a las fábricas de los Estados Unidos las que le daban diferentes usos a la resina del chicozapote, entre ellas, la fabricación de gomas de mascar que nos devolvían con la marca de Chiclet’s Adam´s. Lo mismo que ahora: les vendemos el petróleo y les compramos gasolina. Uno de los grandes agasajos de la época era cuando en las fondas de Puerto Juárez, a la orilla del mar, mi padre pedía para mí un filete de caguama que era una delicia entre las delicias y el sabor de su carne semejante a la del venado. Hoy, por ambas atrocidades, sería excomulgado por las sociedades ecológicas. Y, pues ya picado contando tales maravillas, les diré que los mismos jóvenes que cargaban el chicle en los barcos atracados en el muelle de Puerto Morelos, se arrojaban al mar y ahí mismo (si, leyó usted bien), ahí mismo –repito-, sacaban caracoles, les cortaban la punta y extraían el caracol, le exprimían el jugo de un limón y nos lo comíamos en trozos ¡Que tiempos aquellos! Sin duda era el paraíso, la modernidad arrasó con todo, nada queda, si acaso, las huellas orgullosas de algunos chicozapotes que usted puede observar en algunos árboles sobrevivientes en algunos parques y jardines de la ciudad de Cancún.

Pero que tal, con más obra que gracia, llegó el Presidente Luis Echeverría y, el 8 de octubre de 1974, convirtió el Territorio en el Estado número 30 de la República. Es casi el xtup de la familia, apenas un joven de 36 años, pero no por ello uno de los Estados consentidos de papá gobierno aunque si, con mucha honra y agradecimiento, de todos los hermanos de la República. En tan corto tiempo, el panorama del Estado ha cambiado dramáticamente y lo mismo que ha crecido en lo bueno, se ha agrandado en lo malo. ¿Quiénes han sido los responsables? ¿Quiénes han tenido el control en sus manos? Felizmente, los del patio, ahí están todos, viviendo el proceso inevitable de la historia que, como Estado, se empieza a escribir desde el 5 de abril de 1975: han gobernado Quintana Roo 3 cozumeleños (y ya toca la puerta un cuarto), Pedro Joaquín Coldwell, Miguel Borge Martín y Félix González Canto; tres chetumaleños Jesús Martinez Ross (el primero), Mario Villanueva Madrid y Joaquín Hendricks Díaz. El 5 de abril, cuando tome posesión el nuevo gobernador, Roberto Borge Angulo, se habrá roto el empate entre cozumeleños y chetumaleños, a favor de los primeros. Otro joven treintañero como Pedro Joaquín. Precocidad isleña.

 

Sin embargo, Roberto Borge tendrá que agigantarse en su gestión, ya que el contexto, la perspectiva y la problemática que hoy enfrenta, es mucho más compleja de la que en su tiempo enfrentó Pedro Joaquín, a quien de ninguna manera pretendo restarle méritos. Parecería que Pedro asumió el timón con la mar en calma y los vientos a favor, en tanto que Roberto tendrá vientos encontrados, la mar muy picada y tiburones muertos de hambre a babor y estribor. Mire usted, apreciado Lector un par de cifras: en 1980, años de Pedro Joaquín, la población de Quintana Roo era de ¡225,985 habitantes! y el presupuesto del Estado rondaba en 6% del PIB; para el año 2010, dicha proporción fue apenas del 1.3% con una población de 1,325,000. Para colmo de males, en la época de Joaquín la población era de un tercio de hombres por 2 tercios de mujeres (aún quedaban flores en el paraíso) y la composición que le toca a Borge es más o menos una por uno. Resumo: el país crece, en los últimos años, a una tasa del 1.4% en tanto que Quintana Roo lo hace al 5% y sus ingresos presupuestales, reales, disminuyen el 3.7% anual. Si esto sigue así, estamos sentados en una bomba de tiempo. Y sólo se puede desactivar aumentando la recaudación pública e invirtiéndola mejor.

 

En la época del primer juvenil cozumeleño fluyó a chorros la inversión en infraestructura de la zona norte y con ella arribaron ríos de gente que al final de su sexenio oscilaban en los 450,000 habitantes y con ello todo tipo de negocios e inversiones, públicas y privadas, derivadas del crecimiento explosivo de Cancún; el nuevo y también bizoño Gobernador, tendrá que resolver la tensión social, económica y política resultante de una población que ha crecido de manera inobjetable, real, cuyas necesidades se expresan todos los días, confrontada con unos ingresos que, también medidos en términos reales, han decrecido. Lo dicho: habrá que hacer más con menos recursos y necesitará de un gran equipo, comprometido con el bienestar de la población, con lealtad a toda prueba y con vocación de servicio ciudadano antes que servirse de él.

 

Desde Don Venustiano Carranza, en su Exposición de Motivos al declarar la instalación del Congreso Constituyente en Querétaro, un diciembre de 1917, hemos estado oyendo: “Al Estado corresponde buscar en el bien de todos, la prosperidad de cada uno”. Así está establecido –repito- desde la Constitución de 1917 y en ello radica la guía para gobernar con equilibrio respondiendo a las esperanzas y aspiraciones de todos los miembros de la sociedad, apegándose al principio de solidaridad sobre el que deben descansar todas las Instituciones. Don Roberto Borge Angulo tiene la responsabilidad y el timón en sus manos. Es el Gobernador número 7 del Estado. Es el número de la suerte, así que se trata de una buena apuesta. Al tiempo.

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